Indro Montanelli: otra víctima de la nueva iconoclasia

Café Madrid

"Rociar con pintura roja o tumbar una estatua implica querer desdeñar la memoria histórica; no hay que usar el crisol del presente para juzgar el pasado".

Estatua del escritor y periodista Indro Montanelli, rociada con pintura roja. (Foto: Flavio Lo Scalzo | Reuters)
Víctor Núñez Jaime
Ciudad de México /

En los jardines Cavour de Milán (Italia) hay una estatua de un hombre flaco y elegante, sentado sobre una pila de periódicos, con la máquina de escribir portátil en las rodillas y sus dos dedos índices tecleando, que fue uno de los periodistas más importantes del mundo y que cuando tenía 26 años compró a una niña negra en Etiopía con la que consumó un “matrimonio fugaz”. Se llama Indro Montanelli (1909-2001) y es autor de varios libros y artículos que no dejan de ser estudiados por casi todos los aprendices de periodista. Aquella acción africana, sin embargo, ha provocado que recientemente su efigie haya sido rociada con pintura roja y en su pedestal hayan escrito con letras mayúsculas “racista y violador”. ¿Pueden juzgarse hechos del pasado con la luz del presente? ¿Un acontecimiento de la vida de una persona invalida su trascendental obra?

El debate no es nuevo y es cada vez más recurrente (véanse los casos de Vladimir Nabokov y de Woody Allen, por ejemplo), pero a raíz del asesinato de George Floyd a manos de un policía en Estados Unidos, las protestas antirracistas en varios países del mundo abarcan la señalización o el derribo de algunas estatuas de personajes de la historia que, por acción u omisión, momentánea o dilatada, incurrieron en prácticas que, según el estudio y análisis de hoy, perjudicaron a buena parte de la humanidad. Del implacable juicio de estos días no se han escapado los monumentos de personajes como Cristóbal Colón, Winston Churchill o, incluso, Miguel de Cervantes. Y los casos ya son tan numerosos que los medios de información han comenzado a hablar de “estatuafobia”, pero las autoridades lingüísticas (la RAE y la Fundéu) ya han especificado que el término apropiado es “iconoclasia”, pues lo que está sucediendo recuerda a la destrucción de iconos venerados en la época del Imperio Bizantino.

A mí me parece que hay cosas injustificables pero sí entendibles. Por el contexto o las circunstancias que rodeaban a quienes las cometieron. Indro Montanelli (sí, a pesar de sus contradicciones es uno de mis autores de cabecera, alguien a quien le agradezco muchas lecciones de fondo y forma) contó en varias ocasiones que participó en la campaña italiana en África (liderada por Benito Mussolini) porque fue la única manera que encontró para poder contar esa guerra, ya que la agencia de noticias donde trabajaba no quiso enviarlo. Ya estando en Etiopía, un padre le ofreció a su hija “hermosa y virgen” y él pagó por ella 350 liras, “porque entonces esos eran los usos y costumbres del lugar”, y que cuando él volvió a Italia ella rehizo su vida, tuvo tres hijos y a uno le puso Indro.

Quienes leemos y releemos sus libros (no se pierdan Personajes y Gente cualquiera, las antologías de sus magistrales perfiles, ni sus fascinantes Memorias de un periodista, que le sacó a trompicones su compatriota Tiziana Abate) sabíamos ese pasaje de su vida, como también somos conscientes de que (hoy) es injustificable hacer algo así, pero que en aquella época, por desgracia, era algo común.

Digo esto como he dicho en otras ocasiones que resulta comprensible que varios intelectuales mexicanos hayan vivido (directa o indirectamente) “a la sombra del PRI”. Si no querías irte del país, ¿cómo ibas a escapar de un régimen de partido único? Yo no viví ese periodo y estoy seguro de que si muchos de ellos hubiesen contado con un sistema de partidos y con varios instrumentos de nuestra democracia actual, otra hubiera sido su forma de actuar. Por eso no utilizo el crisol del presente para juzgar sus pasados.

Rociar con pintura roja o tumbar una estatua implica, además, querer desdeñar la memoria histórica. Podrían pedir su reubicación o que les añadan una placa informativa (como desde hace años lo han hecho en Francia: “Fulano de tal. Encabezó la conquista del Congo, periodo durante el cual se cometió un genocidio con tal número de víctimas”), dejando claro que fueron personas clave en la historia de una nación, sin olvidar que también hicieron atrocidades que no deben repetirse. Porque si no, tal y como dijo hace poco Beppe Severgnini, columnista del Corriere della Sera, el periódico donde más tiempo trabajó Indro Montanelli, “si un episodio aislado fuera suficiente para descalificar una vida, no quedaría en pie ni una estatua. Sólo la de los santos, y ni siquiera todas”.

SVS

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