Los temblores de la carne

Libros | A fuego lento

Veinte cuentos de Ethel Krauze exploran las expresiones más físicas e íntimas del amor.

Portada de 'El fragmento impertinente', de Ethel Krauze. (Paraíso Perdido)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

Las relaciones amorosas son un rico surtidor de anécdotas y más todavía cuando transitan asomadas a un desfiladero. Sentimos su atracción en mayor medida que por aquellas historias impermeables a la truculencia o a los frutos de la lujuria. Ese universo de encuentros y desencuentros a la sombra del amor es el espacio del cual provienen los veinte cuentos reunidos en El fragmento impertinente (Paraíso Perdido).

No se trata, sin embargo, del amor en su acepción romántica. Se trata, ante todo, y casi de manera exclusiva, de los estremecimientos de la carne. Es cierto que en estos cuentos pacientemente urdidos por Ethel Krauze hay lugar para los sentimientos, y aun para ciertos episodios psicológicos, pero solo como proyecciones de la explosión orgásmica de los sentidos. Andamos como en un museo de los excesos: las tersuras, visiones y aromas, los regustos y tintineos, exigen no solo nuestra atención absoluta sino el predominio y la entrega de un amante celoso.

Son tan variadas las facetas que encarnan las protagonistas que nos creemos tentados a juzgarlas como las manifestaciones de un Terrenal y Eterno Femenino, anterior a las prescripciones sociales. Quizá por eso pueden quebrarse añorando el clítoris afilado de una antigua tutora mientras viajan al encuentro de su marido, o ver cómo su familia se rompe luego de poner una y otra vez piedras en su propio camino, o sufrir la perspectiva de una hija entre las piernas de quien las montaba días atrás, o soñar con un hermano hasta humedecer su entrepierna, o ser “la diosa rendida a sus pies, suplicante, voraz, incandescente”.

Pero ni el deseo satisfecho o postergado ni la vastedad de la urgencia sexual adquirirían consistencia literaria sin una escritura que se concentra obsesivamente en los detalles y es capaz de revelar con igual soltura lo que yace adentro y lo que se manifiesta allá afuera. Antes que un argumento, Ethel Krauze persigue una forma. De ahí que los cuentos de El fragmento impertinente procuren la apariencia de una estatua en mitad de una sala vacía, o de una dilatada metáfora que nace de una inmensa red especulativa, o de un gesto congelado en el tiempo.

El fragmento impertinente

Ethel Krauze | Paraíso Perdido | México | 2021

AQ

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