No es ninguna novedad que la familia del novio desprecie a la novia, que la ninguneen, la critiquen y la traten de advenediza que se robó al niñote de la familia. La suegra, las hermanas arpías han dado tema para telenovelas de cientos de capítulos, es una tradición encapsulada en el ADN de la gente.
La diferencia con el affaire Harry y Meghan es que pusieron un alto, rompiendo con el protocolo de una monarquía que se sostiene en sus rituales y una tradición milenaria. Espero que después de esta serie de televisión, que revela todas las intimidades del Palacio, se liberen las nueras sometidas de nuestro país ultraconservador. Si una actriz afroamericana les cantó en cadena internacional que eran racistas, y lo son, la monarquía británica tiene un pasado histórico de racismo, ya se pueden revalorar las mujeres sumisas y romper sus cadenas.
- Te recomendamos Navidades redentoras Laberinto
La serie es un docudrama rosa, es una entrevista con los cánones de las revistas del corazón, ilustrada con material íntimo de la pareja y toneladas de pietaje histórico auténtico. Son jóvenes y guapos, él proviene de una familia histórica que puntualmente ofrece escándalos para alimentar a los hambrientos y voraces tabloides. Lo que es extremo en su racismo, es que traten a Meghan peor que al príncipe Andrés, acusado de pederastia y ligado a personajes infames.
Plantean la relación odio y adicción con los tabloides y las revistas de chismes, al final su fama viene de ahí y su desgracia también. Denuncian las mentiras que se han publicado, hasta los ataques racistas, con el fantasma de Diana como carne de tabloides y su trágica muerte. Para dar sustento y veracidad al contenido participan varios opinantes que hablan de la historia de la corona, del Imperio Británico, “especialistas del corazón”, que me parece una profesión más necesaria que los sociólogos.
Es un documental, pero debería ser una telenovela, porque lo más importante no lo vemos y son las discusiones y pleitos de la familia, los llantos de Meghan, los berrinches de William, el sarcasmo y autoritarismo de Charles, la cizaña de Kate, los comentarios racistas de los duques de Kent, los flunkies de palacio intrigando, y a la difunta reina dormitando mientras se aventaban el florero. Aunque existe The Crown, la serie de la familia se queda corta, es falso el casting y la fotografía es fatal, no dimensiona el drama.
La serie es catártica, los tabloides la han destrozado, el Daily Mail dice que es bullying, y están los que apoyan a la pareja y rechazan el acoso de la familia real. La serie mitifica a los royals, es una intriga que Shakespeare habría inmortalizado. Aquí tenemos reyezuelos sexenales, nos salen más caros, no están guapos, son intocables y vanidosos. Esa familia con su protocolo, su Palacio, los sombreros de las royals, dan lecciones de estilo y entretenimiento a la población, además de conservar su posición de embajadores y símbolos de una idiosincrasia. Prefiero mil veces ver esta serie que “las mañaneras”.
AQ