No ha llegado papá. Lo extraño. Han pasado días y no lo veo. No sé dónde andará. Mamá me dijo que tiene que trabajar en estas fechas. Pienso que no debería hacerlo. Estas fechas son para pasarlas en familia. Si mi papá no trabajara seríamos muy felices. No tendríamos que cantar para alegrarnos.
No tendríamos que asomarnos por las ventanas y sacar fotos. No tendríamos que ganar nuestros regalos. Ellos vendrían solos.
No lo entiendo, por más que me lo diga mamá, mamaíta, no lo entiendo.
Esta es su ocupación. No puede desprenderse papá de las fechas. Él es las fechas. Sé que no tiene sentido. Últimamente me doy más cuenta de las cosas. Mamá dice que he crecido o que estoy mardurando. Me gusta mardurar. Tal vez tiene que ver con durar más, más durar. Mamá dice que no, que hable bien. Extraño a papá. Quiero que venga a narrarme historias. También llora mi hermanita. Ella es feliz cuando papá le cuenta todo lo que hace cuando no está, cuando le trae huesitos con los que hacemos música al bailar, cuando nos quedamos en casa y miramos hacia la ventana esperando a que llegue. Mientras tanto, todo es aburridísimo, tanto que mis ojos pintan todo de café, como si estuviera viejito el mundo y pronto fuera a morirse. No sé si mi hermanita vea el mundo así, café y viejito. Cuando ella pueda hablar le preguntaré. Mamá dice que soy muy tonto a veces. Ella también es tonta, más cuando se desespera por no ver llegar a papá. ¿Es culpa de nosotros, mía, que papá no esté en casa?
Quisiera apartar todos los pensamientos malos. Negativos, dice mi mamá. Negativos también son los rollos negritos con los que se sacan fotos.
Las fotos no me interesan hasta que empiezo a sentir que papá se va porque tiene que trabajar. Va a alguna parte donde prepara todo para solo dejar a los niños bien portados recibir regalos y que todo sea felicidad. A mí me gustaría ir con él. Por eso veo a mi hermanita y le hago preguntas o me paro de puntitas con la cámara en las manos y saco muchas, muchas, muchas fotos del mundo viejito.
Mamá es de otra época. De una época alegre. No entiendo cómo se puede llevar bien con mi papá. Aunque, según ella, se aman. El otro no tiene sentido sin el uno. Pero han pasado los días y ya viene, lo siento en el aire.
Kram, kram, dice mamá. ¡Papá llega, lo siento, ahí viene, está en el viento que tira las hojas y vuelve el suelo blanquito y esponjoso, está en los bailes de la gente, esa que se divierte durmiendo fuera de sus casas, recostándose en las bancas del parque, y se quitan el frío bailando y moviendo los huesitos como si les diera algún ataque! Kram, kram, dice mamaíta.
¡Papaíto llegó! ¡Ha terminado los preparativos de su trabajo! Me encanta cuando llega, todo se vuelve blanco e impluto, muy impluto como dice mamá, mi mamita verano. Kram, kram, dice.
Mamá también se alegra, porque cuando llega mi papito invierno ella salta de alegría, pues dice que solo cuando llega papito ella tiene sentido, ella es ella y la gente la quiere, la anhela y la busca, porque afuera el aire es muy impluto pero también muy frío y te hace querer bailar como sacudiendo los huesitos. Kram, kram, dice mamita, ha llegado. Pus, pus, dice mi hermanita, saltando de alegría.
¡Papá llegó, me saltan las lágrimas de felicidad, río y mi hermanita también ríe! Ahora iré a ver si también llegaron los regalos. Mi papito invierno siempre trae cosas muy interesantes, muy frescas, muy rosadas y aún calentitos.
Kram, kram, balbucea mi hermanita, y yo respondo: pus, pus.
Yesenia Cabrera
ÁSS