‘Hidalgo’: el cura bribón

Libros | A fuego lento

José Luis Trueba Lara describe a un “Padre de la Patria” alejado de la mitificada imagen que ha prevalecido a lo largo del último siglo.

Portada de ‘Hidalgo’, de José Luis Trueba Lara. (Cortesía: Océano)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

Una cauda inagotable de estudios y documentos contradicen la imagen hagiográfica del llamado “Padre de la Patria”. Provienen sobre todo del siglo XIX y de liberales y conservadores por igual. Una parte de esa cauda es el combustible de Hidalgo (Océano), una novela a la que su autor, José Luis Trueba Lara, define como “una provocación”. Tiene un innegable sustento histórico pero afortunadamente sigue las intuiciones de la ficción; es decir, nada a contracorriente de ese género en boga que se dedica a confeccionar figuras de cartón piedra.

Los hechos corren de manera casi lineal: entre la toma de Guanajuato en 1810 y el fusilamiento y la decapitación de Hidalgo en 1811. El mayor aliciente proviene de la elección del narrador: Ignacio Allende, el capitán que mira con recelo a las chusmas sanguinarias y a “las castas de la peor ralea” que conformaban al ejército insurgente y desdibujaban el anhelo de que en tierras mexicanas solo “mandaran los criollos”. Los actos y las palabras del “cura bribón” llegan así tamizados por la opinión de quien primero fue un aliado y más tarde un enemigo.

El admirador de Racine y obsesionado con matar gachupines aparece despojado de los atributos celebrados por las versiones oficiales. En sus primeras incursiones militares, siembra el terror a punta de machete para alimentar a la soldadesca y saciar su codicia. Ya en Guadalajara, antes del triunfo de las fuerzas realistas, no solo se hace llamar su alteza serenísima; también arrastra a su dormitorio a cuanta virgen despierte sus apetitos. Su cobardía en el frente de batalla es apenas equiparable al culto a la personalidad que impone por encima de un presunto ideario político. Si alcanza las alturas de un personaje grotesco es porque su pensamiento solo se concentra en sí mismo.

La libertad que José Luis Trueba Lara se ha tomado no obedece al capricho. Ni fray Servando Teresa de Mier, ni Carlos María de Bustamante, ni Lorenzo de Zavala (Lucas Alamán es de otra índole) ofrecen un retrato positivo de Hidalgo. Su efigie en bronce data del porfiriato. Así que, en este caso, la literatura ha ganado la partida a los discursos con los que el poder de cualquier signo construye su genealogía. Aunque repleta de verdades, Hidalgo es una fabulación que quiere poner en jaque a nuestra obediencia a los mitos.

Hidalgo

José Luis Trueba Lara | Océano | México | 2021

AQ

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