'Hijo de la guerra', un simple informe sobre el narco

Libros

Hijo de la guerra, de Ricardo Raphael, es una muestra ejemplar de redactañol, esa jerga enemiga de la literatura y apropiada para llenar páginas sin autocontrol.

Detalle de la portada de 'Hijo de la guerra'. (Cortesía: Planeta)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

Que Ricardo Raphael, un politólogo y periodista, se haya metido a novelista es una prueba amarga de que la novela —el género, la visión de mundo, la tierra de Stendhal, Carlos Fuentes, Saul Bellow, en fin— está en peligro de convertirse en una baratija.

Como si la simple anulación del tiempo lineal fuera suficiente para erigir una estructura literaria, Ricardo Raphael narra la historia de los Zetas a través de un ambiguo personaje que se identifica como el Zeta 9. Digamos que esa historia inicia en 1983 y concluye en 2016; digamos también que vamos a trompicones ya que avanzamos y luego retrocedemos en el calendario, sin otro propósito que el de disimular la pobreza narrativa, hasta obtener una presunta imagen total de las complicidades entre el gobierno, las fuerzas militares y policiacas, la DEA y las bandas de narcotraficantes —cuyo ánimo voraz se expande a la trata de blancas, el secuestro, el lavado de dinero...

Como obliga la receta manoseada, Hijo de la guerra (Seix Barral) ofrece mucho plomo, romance a la manera de El libro vaquero, revelaciones de Estado, cantidades espectaculares de alcohol y cocaína, marcas de automóviles, diálogos que con mucho esfuerzo alcanzan la elocuencia de los reality shows en horario nocturno y, claro, a un superperiodista empeñado en “denunciar el desastre que nuestros gobernantes produjeron por acción y también por negligencia”. Las palabras, las acciones, componen un cuadro de lo más elemental: el único trabajo se resuelve con el acopio de información.

Ya que Hijo de la guerra está hecha con las voces del periodista y ese Zeta 9, su estilo no pasa de ser una muestra ejemplar de redactañol, esa jerga enemiga de la literatura y apropiada para llenar páginas (444, en este caso) sin autocontrol. Por ejemplo: “Me habían dejado como hielo dentro de un congelador: ¡pero qué pendejo!”; “Lo que vi me puso un chilazo en la boca del estómago”…, en fin, un traje con una pinta corriente.

Cualquier asunto puede ser tratado por la literatura: el beso de buenas noches de una madre, la transformación de un empleado en un insecto, el auge y la ruina de un cacique, la carrera de los Zetas. Pero nada puede ser en verdad contable si sólo se dispone de una redacción tan sólo a modo para dar un informe policiaco.

Hijo de la guerra

Ricardo Raphael |

Seix Barral | 

México | 2019 | 444 páginas

ÁSS

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