‘Incurable’, el gigantesco ensayo poético de David Huerta

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Ejerció una forma rigurosa y afable de aproximación a la literatura. No abundan ni vocaciones, ni temperamentos como el suyo.

David Huerta, 1949-2022. (Foto: Araceli López | MILENIO)
Armando González Torres
Ciudad de México /

En 1987 un autor mexicano publicó un poema desafiante, de 389 ceñidas páginas de versículos, que buscaba ambiciosas síntesis, mezclaba tradiciones e incorporaba a la lírica nuevos y subversivos elementos.

En efecto, además de generar poderosas imágenes poéticas, esbozar historias o alcanzar momentos de lograda musicalidad, Incurable incluía innumerables juegos intertextuales y complejas alusiones en materia de psicoanálisis, teoría literaria y filosofía. Su autor, David Huerta, ya era muy conocido: había crecido inmerso en el ambiente literario y había demostrado su precoz maestría desde su memorable primer libro, El jardín de la luz; sin embargo, esta mixtura planteaba renovados retos capaces tanto de desconcertar como de seducir. Casi instantáneamente, esta invocación poética, feria de citas, despliegue de erudición y rompecabezas literario fue reconocido como referente ineludible de la más osada experimentación poética en idioma español.

Pueden pensarse en varias razones que explican la magnitud y dificultad deliberada de este gigantesco ensayo poético. Por un lado, es un recuento panorámico y enciclopédico del clima intelectual de la época y recoge, desde la poesía, el eco de las corrientes literarias y filosóficas que se preguntaban sobre las posibilidades de conocimiento, verdad y lenguaje. Por otro lado, es sintomático de una emancipación personal, pues, al ser hijo de uno de los mayores poetas del siglo XX, el célebre Efraín, David Huerta sin duda experimentaba en carne propia la llamada “angustia de las influencias” y este esfuerzo sobrehumano de diferenciación implicaba una respuesta a ese dilema.

Lo cierto es que Incurable constituye una ofrenda insuperable a la creación y reflexión poética por su fuerza y su subrepticia ironía. Se trata de una inmersión física en la materia del lenguaje, de una reflexión sobre los límites del significado y de un recorrido febril por los íntimos infiernos. A sus lectores, nos brindó un paradigma, tan estimulante como inalcanzable, de las posibilidades del lenguaje poético en un tiempo de escepticismos.

Con toda su monumentalidad, Incurable es sólo una fase en la creación de un polígrafo e intelectual público proteico que como poeta cultivó, al lado de la abstracción, la limpidez; que, como ensayista, ejerció una forma al mismo tiempo rigurosa y afable de aproximación a la literatura y, particularmente, a la gran poesía (piénsese en su reciente, y prodigioso, Las hojas, editado por Fernando Fernández) y que, como maestro y conversador, practicó un magisterio formal e informal que influyó sobre las mejores plumas poéticas y ensayísticas de las generaciones ulteriores. Por lo demás, desde una irreprochable prosapia y trayectoria de izquierda, el poeta mantuvo una actitud alerta y valiente hacia las manifestaciones de intolerancia y hacia el entorno enrarecido de la vida intelectual y política. No abundan ni vocaciones, ni temperamentos como el de Huerta, y mucho se resentirá su ausencia.

AQ

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