Despropósitos y extravíos

Libros | A fuego lento

"Estamos frente a la prueba de que hay demasiado lugar para quienes confunden la auténtica escritura con las confesiones en el diván del psicoanalista".

Portada de 'Isla partida', de Daniela Tarazona. (Almadía)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

Una mujer parte a una isla para dejarse morir. En una realidad paralela, esa misma mujer continúa haciendo su vida rutinaria. Al mismo tiempo, se pone en marcha una serie galopante de recuerdos, delirios y anomalías neurológicas. En apariencia, eso es Isla partida (Almadía) de Daniela Tarazona. Digo en apariencia porque más bien se trata de un retorcido despropósito. Tras la veladura de un estilo que se pretende poético no hay sino una tosca superficie de ocurrencias y trucos baratos.

Mientras vamos a la isla y estamos de regreso en la ciudad, la voz narrativa hilvana algunos recuerdos infantiles de la protagonista; diserta sobre la terrible condición de nuestro mundo; experimenta algunos trances religiosos; nos lleva al neurólogo para evaluar el “sistema de atención, los problemas afectivos, los impulsos, las ideas de persecución y la percepción de realidades que los demás no conciben”; asiste a sesiones de yoga y a una limpia y hasta reflexiona sobre los alcances cognitivos de la escritura.

Como hemos de creer que esa mujer sufre un desdoblamiento, y que su cerebro funciona sin orden ni concierto, entonces todo disparate está permitido. No vemos, por fortuna, a una madre contrahecha poniendo un huevo pero sí a Lee Harvey Oswald mostrando sus cuernos de reno durante una cena mexicana o a un ovni, “una bola de fuego gigantesca”, posando junto a una ventana. Tardamos poco en sospechar que cualquier cosa puede ocurrir, y por supuesto narrarse, con tal de reflejar a una mente que únicamente puede reconocerse en el extravío (quiero decir que solo faltaba encontrarse con un ave prehistórica sobrevolando esa isla).

Isla partida se resiste a toda posibilidad de lectura. No dialoga con el lector, no espera sino refocilarse consigo misma, con frases como “extiendes hilos que salen de tus sienes en una procuración de alcanzar lo que ya no está” o “Eras el mar” o “Boca que se abre, manos que escriben, para decir: la magia es”. Incluso el delirio tiene una forma, y nada en Isla partida es digno de esa aspiración. Estamos frente a la prueba flagrante de que en estos tiempos que corren hay demasiado lugar para quienes confunden la auténtica escritura con las confesiones en el diván del psicoanalista o con la molicie verbal que adormece el hombro de una buena amiga.

Isla partida

Daniela Tarazona | Almadía | México | 2021

AQ

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