Filtraciones de alcoba

Café Madrid

En el caso de Juan Carlos I, no vale decir que “se trataba de su vida privada”, porque presuntamente se utilizaba el dinero público para financiar sus relaciones y eso es asunto de todos.

Juan Carlos I, designado como sucesor por el dictador Francisco Franco en 1969, fue rey de España desde 1975 hasta que abdicó en 2014. (Especial)
Víctor Núñez Jaime
Ciudad de México /

Que España es un sainete es algo que todo el mundo sabe. Pero que su excentricidad no conocía límites era algo que, por lo menos, tenía el beneficio de la duda. Después del folletín al que hemos estado asistiendo durante los últimos días, sin embargo, todo ha estallado por los aires. Resulta que Juan Carlos I, hoy rey emérito huido a Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos), ha tenido amantes con cargo al erario público y con ellas hablaba, sin pudor y sin tapujos, sobre la familia real, los miembros del gobierno y hasta de secretos de Estado porque, ya se sabe, los encuentros íntimos sirven para relajarse y los monarcas también son de carne y hueso.

Que la reina Sofía era la gran cornuda de España también se sabía. Pero nunca antes se habían dado a conocer tantos detalles sobre las aventuras amorosas de su todavía marido y, menos aún, en boca de él. Su infidelidad más sonada la llevó a cabo con una vedette llamada Bárbara Rey, quien a principios de la década de los 90 tuvo la precaución de grabar sus conversaciones con Juan Carlos. También, por si acaso, le dijo a su hijo, de entonces 13 años, que de vez en cuando les tomara fotos a ella y a su “amigo”. El niño, producto de la relación que la también cantante tuvo con Ángel Cristo, domador de leones y dueño de un circo, obedeció y ahora le debemos los valiosos documentos gráficos.

Durante un buen tiempo se rumoreó que Bárbara Rey chantajeó al Jefe de Estado con los audios y las fotos de sus encuentros. Se decía que recibía millones de pesetas a cambio de no revelar tan candente material y que, de paso, era tomada muy en cuenta para hacer programas de televisión y películas. Pero nadie confirmaba ni desmentía tales aseveraciones. Ni los protagonistas ni los medios de información. Salvo en las revistas del corazón, esencia de la cultura nacional, de las reales amantes siempre se ha hablado poco.

Bueno, pues el hijo que fue un improvisado paparazzo ha crecido, se ha peleado con mamá (no quedan muy claros los motivos) y necesita dinero. Por eso decidió desempolvar el fruto del favor que hizo y a una revista holandesa le vendió unas fotos donde la pareja se besa y comparte una paella. Además, le filtró varios audios a un par de diarios españoles (digitales y sensacionalistas) y, desde hace unos meses, él va casi todas las semanas a la televisión, previo pago, para contar intimidades familiares y dar los pormenores del affaire que su madre mantuvo con Juan Carlos I.

Así que ahora amanecemos todos los días con un nuevo capítulo sonoro sobre la vida disoluta del emérito: que si él y su esposa duermen en habitaciones separadas y casi ni se hablan desde 1968, “algo digno de alabar porque ella [Sofía] aguanta todo con tal de no dañar al reino y se comporta como una profesional”; que sus hijos, las infantas y el príncipe, no son muy buenos a la hora de elegir parejas… Pero también, con mucha habilidad, Bárbara le sacó una sucesión de “bombas” sobre los gobiernos de Felipe González y… ¡cha-chán!, sobre el golpe de Estado de 1981: “[el general Alfonso] Armada no ha dicho nada, se ha callado todo este tiempo, como debe ser”, cuenta el campechano rey. De lo cual se deduce que, contrario a la versión oficial, él estaba enterado de la asonada militar y luego se arrepintió de apoyar a los golpistas o, tal vez, fue él mismo quien orquestó el suceso para fingir que lo impedía y hacerse pasar por el salvador de la democracia española.

Eso es lo verdaderamente importante de todas estas filtraciones de alcoba, no el morbo de los amoríos, porque una revelación como esa, si se investiga y aclara, puede cambiar la historia de este país. Bueno, también hay que tomar en cuenta que los periodistas de la época fueron cómplices al no informar de las tropelías del Jefe de Estado, lo que contribuyó a que él, con la seguridad de quien se siente impune, posteriormente no hiciera, por ejemplo, las correspondientes declaraciones a Hacienda o “donara” millones de euros de dudosa procedencia a su otra amante, la alemana Corina Larsen.

¿Por qué no lo revelaron en su momento los periodistas? ¿Resulta que la verdadera “periodista” era la vedette porque ella sí hizo preguntas pertinentes? No vale decir que “se trataba de su vida privada”, porque presuntamente se utilizaba el dinero público para financiar a sus amantes y eso es asunto de todos. A ver si ahora, por fin, se sumergen en las cloacas del Estado.

AQ

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