El México del suicidio

Cine

'Kuxlejal' es un documental con perspectiva filosófica que se pregunta: ¿por qué en el mundo globalizado los pueblos originarios se están suicidando?

Fotograma de 'Kuxlejal'. (kuxlejal.org)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

Resulta provocativa la afirmación de que para las culturas prehispánicas ha sido más traumática la modernidad que el virreinato. Pero es verdad; la necedad de quienes, obsesionados con los datos macroeconómicos, quieren incorporar a estos pueblos a un México imaginario: feliz, próspero y blanco, se niega a mirar la tragedia que implica homogeneizar a un país para volverlo global.

Es paradójico, también, que la preocupación por proteger la cultura prehispánica recaiga en intelectuales como la alemana Elke Franke, pero ya se sabe, los mexicanos, como dijo Chavela Vargas, nacen donde les da la gana. Franke escribe y dirige Kuxlejal (disponible en Filmin Latino).

Kuxlejal es un documental que pasa de la denuncia. Franke, más bien, con mentalidad de filósofa observa el fenómeno: ¿Por qué en el mundo globalizado los pueblos originarios se están suicidando? “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, y ese es el suicidio”, decía Camus. Kuxlejal vuelve suya esta premisa y con la parquedad de recursos del gran cine de nuestro tiempo nos introduce en San Andrés Larráinzar, esta comunidad que se volvió famosa con los levantamientos zapatistas y que está a sólo cuarenta y cinco kilómetros de otro pueblo en el que tuvo lugar la infame matanza de Acteal.

En este lugar los jóvenes entre catorce y veintiún años se están suicidando. ¿Por qué? Tal vez sea el racismo; crecer en la selva moribunda y que los mexicanos en la ciudad miren todo lo suyo con una mezcla de sorpresa ante lo exótico y mucho desdén. Pero, lo dicho, Franke deja que el hecho pase a través de su cámara y llegue hasta nosotros. Nos invita a suspender el juicio y escuchar a su protagonista, este muchacho que ha vuelto a su pueblo y encuentra que su mejor amigo se acaba de suicidar. Influenciado por la cultura estadunidense, el recién llegado decide organizar con otros chicos de su edad un grupo de hip hop con todo lo que esto implica: el baile (break) el grafiti y el rapeo que tiene que ser, como afirma nuestro héroe, dicho en tzotzil. ¿Por qué? Porque es nuestra lengua, afirma. Esa que todos desprecian, la que se te arranca cuando llegas a la secundaria, la que es vista con burla y menosprecio.

En este sentido el hip hop resulta una aportación magnífica para estos muchachos. Basta de folclorismos. Nacido en la década de los años de 1970 el hip hop surgió, en efecto, como una manera de decir “estamos aquí”. La impusieron negros y latinos en culturas urbanas que se encontraban, también, entre la espada y la pared: la cultura de sus antepasados y el futuro blanco estadounidense.

Como estos muchachos tzotziles, los creadores del hip hop resignificaron su lengua, su forma de vestir, todo aquello que era visto con mal ojo por la moral políticamente reinante. Porque el arte, ¿qué es el arte? ¿Tendría que enseñarse a estos niños a pintar como florentinos del Renacimiento? ¿Se les tendría que enseñar a tocar y componer cuartetos de Beethoven o más bien se les debería dejar, así como están (porque así son felices) y que se sigan suicidando?

Elke Franke ha producido un documental sensible y nostálgico. Nos llena de intrigas que tal vez nunca podremos responder, pero el entusiasmo de todos estos niños que forman el grupo Kuxlejal (que en su idioma significa “buena vida”) ofrece la esperanza de que tal vez podamos construir un México en el que quepan tanto los entusiastas de la macroeconomía como los más pobres y los más necesitados: esos cuya depresión solo se cura creando.

Kuxlejal

Elke Franke | México | 2020

AQ

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