‘La tierra baldía’, el poema fundamental de la modernidad

Entrevista

El ensayista y editor Gabriel Bernal Granados comenta la reciente publicación del poema de T.S. Eliot, al que describe como un texto “milagroso que atenta contra las nociones de poesía y originalidad”.

El poeta y ensayista T.S. Eliot. (Poetry Foundation)
Ciudad de México /

El poeta, ensayista y editor Gabriel Bernal Granados (1973) ha mantenido una relación longeva e intensa con la poesía de Thomas Stearn Eliot, en especial con The Waste Land (La tierra baldía, 1922), al que califica como un poema milagroso que atenta contra las nociones de poesía, originalidad, sin el cual la obra de escritores contemporáneos como la canadiense Anne Carson, no podrían explicarse.

La tierra baldía es el poema fundamental de la modernidad, pero no se conoce en todas sus dimensiones o en su multiplicidad de capas”, sostiene en entrevista Bernal Granados, que afirma que mucha gente en México todavía no lo ha leído en español y mucho menos el texto original en inglés.

“La gente en México no ha percibido la brutalidad, que es la esencia del poema, de esta serie de golpes y detonaciones no solo en el edificio de la tradición, sino también hay detonaciones en los cimientos de la moral occidental, Eliot se atreve a hacer muchas cosas que no estaban asociadas con la figura del poeta lírico, a la manera de Rainer Maria Rilke o de Paul Valéry. La noción de lo sublime no forma parte del imaginario o del horizonte de un poema como La tierra baldía; más bien tendríamos que hablar de una atrocidad, de una profunda lucidez para decir cosas que tienen que ver con los diferentes órdenes de la vida del hombre y la sociedad en occidente en ese momento. Y la crítica es devastadora”.

Aunque ya había publicado una traducción del poema en 2018 en El Tucán de Virginia, el ensayista retoma La tierra baldía en edición bilingüe con un ensayo introductorio, como uno de los tres títulos del tomo XII de la colección de poesía internacional El oro de los tigres, que incluye: El cementerio marino, de Paul Valéry, y La voz de las mujeres en la poesía italiana de hoy, de Emilio Coco.

“Más que seducción, La tierra baldía provoca perplejidad, sobre todo para lectores que no pertenecen al ámbito de la lengua inglesa. De entrada produce mucha perplejidad y desazón; no es fácil entrar en él. Incluso en el mundo de habla inglesa, la primera reacción es sobre todo asombro; Eliot sigue produciendo asombro más que seducción. Esto es algo que quería yo decir, porque podría generar una cierta polémica: no es un poema hermoso. La tierra baldía rompe con la noción convencional o tradicional no solo de belleza, sino de poesía lírica; es el equivalente a haber colocado una enorme cantidad de explosivos en los cimientos del edificio de la tradición poética occidente”, afirma el crítico.

El autor de Anotaciones para una teoría del fracaso sostiene que es un poema lleno de contradicciones porque, por un lado, atenta contra la noción misma del poema tradicional, lírico, de occidente, pero, por el otro, establece una relación dialógica, un diálogo intenso, fecundo, impensable e increíble.

Para Bernal Granados, el poema está ubicado dentro de un contexto histórico muy claro y muy preciso que es los años previos al estallido de la Primera Guerra Mundial; cuáles fueron las causas que llevaron a este conflicto, tan importante en el transcurso en el devenir de la historia del siglo XX, pero también muy importante para contextualizar la modernidad, dentro de la cual también está inscrito el poema.

“Eliot siempre tiene un pie en la historia, y aquí se pueden derivar consecuencias que nos llevarían a entender el poema inscrito dentro de estos marcos: el poema no como el margen del lirismo, sino dentro de; hay una conciencia histórica, generada al interior del poema mismo”, expone en entrevista.

Por otro lado, está el mito. Eliot está refiriéndose en muchos momentos a figuras de la mitología griega.

“Ovidio y sus Metamorfosis están muy presentes, que es donde (Eliot) se encuentra la historia terrible de la violación de Filomela, que ocurre a manos del rey Tereo, que tiene una participación muy importante a lo largo del poema, de manera clara por momentos y de manera encubierta en otros. También está Tiresias, la gran tradición occidental está penetrando las barreras del poema, las está quebrando, las está deconstruyendo y, al mismo tiempo, está construyendo el texto poético mismo”.

Bernal Granados también comenta que se interesó en la relación que establece el poeta estadounidense desde el principio con el misticismo católico –siendo él católico– con el oriental, con el budismo.

“Eliot fue estudiante de budismo en Estados Unidos durante un doctorado que él realiza. Sus estudios del budismo son muy serios. Hay un momento en el que él coquetea seriamente con la posibilidad de adoptar esta religión, esta filosofía, este modo de estar en el mundo, porque le ofrece una solución; en el budismo, el infierno, que es el lugar en que vivimos, la Tierra, la realidad, la ilusión que vivimos, se llama Saṃsāra y hay maneras de resolver el problema. En La tierra baldía no hay esperanza o no hay solución. Por eso pienso que Eliot contempla la posibilidad de adoptar el budismo como forma de vida”, expone el también autor de Leonardo da Vinci. El regreso de los dioses paganos (Turner, 2021).

Gabriel Bernal Granados: "'La tierra baldía' es un poema abierto que requiere de la participación activa del lector".

¿Cómo ha sido su relación con TS Eliot y, en particular, con La tierra baldía?

A los 18 o 19 años empecé a leerlo con perplejidad y poco entendimiento, como sucede casi siempre con estos grandes escritores y, sobre todo, con un poeta tan complejo como Eliot y con un poema tan increíblemente complejo y atrevido como La tierra baldía. Es una relación de 30 años con este poema, pero hasta que me puse a estudiarlo y traducirlo me di cuenta de la vitalidad del poema, del arrojo, del atrevimiento, de una serie de cosas que gravitan en la confección del poema y del punto en que se publica en 1922. Fue hace 102 años y no deja de sorprenderme que esto hubiera ocurrido. Es un poema en muchos sentidos milagroso por el contexto en que se produce, y el arrojo y visión que tiene el autor para hacer semejantes cosas que en ese momento ni se soñaba que se podían hacer dentro del poema.

¿Por qué volver a traducirlo y explicarlo?

Una traducción es una lectura en profundidad. Cuando te pones a traducir el poema y te das cuenta de que no hay una sola línea que no sea una cita, un pastiche; son citas descaradas, las líneas más famosas del poema, las que todo mundo recuerda, como la de la ciudad irreal en la que la gente atraviesa el puente de Londres y todos van mirando a los pies como si fueran zombies, una imagen profética, esas líneas no son originales de Eliot sino que son una traducción de un poema de Baudelaire. Así todo La tierra baldía, cuando no hay citas descaradas, como el caso de las de Wagner o de Verlaine, que aparecen para nada encubiertas sino incrustadas allí, un poco a la manera de Picasso con los cuadros cubistas en los que recortaba periódicos y pegaba de plano los fragmentos, de la misma manera procede Eliot. La tierra baldía es un poema que atenta, que critica, que destruye la noción de originalidad, algo que en tiempos de Eliot nadie había hecho cosas así, hasta que lo publica en 1922.

De hecho, en su ensayo introductorio relaciona el famoso primer verso “April is the cruellest month…” con Geoffrey Chaucer, con lo que ya aborda este tema de las citas. Se refiere también a la antipoesía. ¿Cuál es su concepto de ésta en La tierra baldía?

Así es. No es un poema conmovedor, que diga uno “ay, qué bonito”. Es un poema muy crudo, muy violento; los contenidos son sumamente violentos, es un poema con una enorme carga de violencia y una alta concentración por parte del autor en estos fenómenos, sobre todo, en el terreno de la sexualidad, que es algo que te impresiona y que te hace que por tu espina dorsal corra una gota de sudor helado, que —si no recuerdo mal— era Baudelaire el que se refería a esto en el caso de la poesía. Quizás es uno de los introductores de esta estética de lo terrible, no tanto de la fealdad, que está en Baudelaire y que Eliot actualiza y lleva a extremos hasta entonces no explorados.

A eso me refiero, a las cosas de las que habla, a estos pasajes sobre el sexo no consensuado o de plano la violación, que en el poema se convierten en una metáfora de la destrucción de la civilización a manos de la barbarie, que también fue un diagnóstico de Eliot en un momento posterior al fin de la Primera Guerra Mundial y en los años previos al estallido de la segunda. Eliot estaba ya calibrando el estancamiento de la civilización en occidente, como una destrucción, un desmoronamiento, algo que no tenía solución. La violación se convierte en eso; es una figura, un momento central en el desarrollo del poema. Y estas son cosas que no adviertes en una primera, segunda lectura, sobre todo si eres un lector ajeno a la tradición de la poesía de la lengua inglesa, porque hay este diálogo de Eliot muy intenso con esta tradición, y todas estas metáforas se producen dentro de ese ámbito, que si no conoces, si no escarbas, si no haces cierta labor de arqueología en el poema, no vas a entender o no vas a ver.

Eliot concluye el poema con notas, explicando sólo las referencias que él quiere. ¿Por qué ir más allá de algo que deliberadamente el poeta quiso mantener oscuro?

El poema se abre precisamente a la interpretación, que es una de las características de la modernidad de La tierra baldía; es un poema abierto que requiere de la participación activa del lector. Esto ya había sucedido con Baudelaire, que ya había escindido su personalidad literaria, estética en dos: por un lado, el poeta creador, y, por otro, el crítico. Pero, estas dos musculaturas, estos dos hemisferios del cerebro, por primera vez en el siglo XIX —y no solamente en Baudelaire, sino en su maestro Edgar Allan Poe— habían empezado a funcionar de manera conjunta, se habían convertido en motor y finalidad de la obra poética o literaria. Pero en La tierra baldía, de una manera mucho más radical que Baudelaire, mucho más radical que Poe, que Borges, el poema se abre como un flor a la interpretación, el poema es carne abierta a la lucidez de la interpretación, a la luz de la interpretación.

Sin la participación activa e inteligente del lector, el poema parece no funcionar, parece estancarse o convertirse en algo inerte o yerto; para adquirir vida requiere de que, a través de esta lectura profunda, el lector resucite al cadáver que es el poema. Y el poema cobra vida, como cobró vida para mí ahora que emprendí este trabajo y busqué más allá de los indicios que siembra Eliot. Las notas no son accesorios, accidentes, no se puede prescindir de ellas porque la inteligencia crítica forma parte de la estructura vital del poema; La tierra baldía es terriblemente inteligente y terriblemente doloroso.

¿En qué medida influye este poema en autores como el Octavio Paz de Piedra de Sol o la poesía de Anne Carson en la actualidad?

T.S. Eliot hizo posible todo lo que vino después de él. Todo esto que conocimos después de él. En México, más que en Octavio Paz, pienso en voces como la Eduardo Lizalde o Gerardo Deniz, donde es el oído y no tanto el verso medido y rimado lo que da como resultado la poesía o el poema; es el oído el que va marcando la canción del verso, y el oído no va contando las sílabas, quizás sí inconscientemente pero profundamente. Y también los contenidos posteriores fueron posibles gracias a Eliot. Pienso en libros como El tigre en la casa, en el contexto mexicano, o las cosas que hizo Gerardo Deniz. Fue como si Eliot dijera que todo esto que estoy haciendo se puede hacer en la poesía y puede formar parte de la tradición literaria; de repente abrir a otras posibilidades ese espacio consagrado que era el poema.

AQ

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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