En medio de tantos hechos ominosos en la vida artística e intelectual de México (destrucción del Fonca y de la DGP, reducción brutal de los presupuestos de alta cultura, ataque a las revistas críticas Nexos, Letras Libres, Proceso...), hay una buena noticia en el mundo de los libros: la realización, en la librería Rosario Castellanos del FCE, de la Feria del Libro Independiente. Esta exhibición, que ha permanecido abierta durante quince días, no sólo es importante por el considerable número de editores participantes sino porque en ella están los que podríamos considerar los ejemplos más significativos de la nueva industria editorial mexicana. Y no sólo eso, en esta feria hallamos un tipo de editor que en la corriente general del mercado librero resulta cada vez menos frecuente: el editor preocupado por la pertinencia profunda de la lectura. Es decir, en todos o en la mayor parte de estos editores, el criterio más importante en la selección de títulos reside en la necesidad de ofrecer una escritura honda e inteligente y no un “producto” sin más interés que la venta o el impacto mediático.
- Te recomendamos Es hora de afilar los dientes: los intelectuales ante la libertad de expresión Laberinto
Todos ellos no son, como suele suceder en las grandes editoriales, administradores o agentes atentos al marketing. Sí son dedicados artífices. Y lo son porque encarnan antes que nada a lectores verdaderos. Por ello, me parece que tiene un valor simbólico que entre los muchos libros muy interesantes que hay en la feria encontremos La violación de Lucrecia (Vaso Roto) de Shakespeare en traducción de José Luis Rivas, El autor como productor (Ítaca) de Walter Benjamin y, de manera especial, una antología con un estudio sobre Federico García Lorca, Romancero gitano, de la tradición a las vanguardias (Bonilla-Artigas / Coordinación de Humanidades) de Juan Vadillo. La presencia del poeta granadino en esta feria es un emblema.
García Lorca y el gran editor republicano Rafael Giménez Siles, que vino a nuestro país y se nacionalizó mexicano, impulsaron en la España democrática de los años treinta, programas de lectura en ferias y espectáculos itinerantes. Tanto el grupo La Barraca, en el caso de García Lorca, como los Camiones-stand, en el caso de Giménez Siles, son referencias esenciales en una visión progresista del fomento a la lectura y al trabajo editorial. Para ellos era un estímulo que un libro bueno no tuviera lectores o que fuera considerado de lectura difícil, como sucede de manera frecuente con los clásicos o como ocurre con los escritores que buscan un lector serio más que un público fanatizado en la demagogia o en la corrección política.
El FCE al darle cabida a la Feria de Editores Independientes, que la administración anterior de José Carreño Carlón ignoró, está impulsando un movimiento progresista y contestatario en el sentido más genuino del término. No en balde, la editorial invitada es la argentina Tinta Limón con su proyecto de textos libertarios, de vuelta al tópico de la cosificación y abierta a la potencia de la mujer.
AQ | ÁSS