Un día de rodaje con Alejandro Amenábar

Café Madrid

Adaptada a la nueva normalidad que instauró el covid-19, la producción de La fortuna, serie hispano-estadunidense sobre el caso Odyssey, sigue su marcha.

El director y guionista chileno-español Alejandro Amenábar en una filmación. (Foto: AMC Studios)
Víctor Núñez Jaime
Madrid /

Pasan unos minutos de las nueve de la noche pero el guion marca “interior/día.” Por eso un pequeño ejército de técnicos despliega de manera cuidadosa y precisa toda una constelación de reflectores, de diferentes tamaños e intensidades, en techos y ventanas para simular la luz solar de un día de invierno. La verdad es que al ver todo ese entramado artificial parece que hace falta “algo” más para lograr con nitidez el efecto pero, sorpresivamente, en la pequeña pantalla donde el director del rodaje supervisa lo que graba la cámara se ve una escena captada a plena luz del día.

Estamos en el amplio recibidor del Ministerio de Trabajo y Economía Social del Gobierno de España, un imponente edificio de techos altos y piso de mármol ubicado en el céntrico Paseo de la Castellana de Madrid, pero el guion dice que hoy todo se desarrolla en la Corte de Justicia de Atlanta. Así que un puñado de figurantes se esparce por todo este espacio, caracterizados como abogados o periodistas, dos de las profesiones que suelen poblar lugares como éste, y un actor (el hollywoodense Stanley Tucci) se coloca —muy bien trajeado y con la calva reluciente— a mitad de la escalera principal para disponerse a bajar. Entonces, desde el fondo, una voz grita:

        —¡Silencio! ¡Motor! ¡Acción!

Es Alejandro Amenábar, el director español de origen chileno que, después de varios éxitos cinematográficos, rueda por primera vez una serie de televisión. Se llama La fortuna y es la adaptación del cómic El tesoro del Cisne Negro, en el que los dibujantes Paco Roca y Guillermo Corral cuentan el “caso Odyssey”, una pugna burocrática entre España y Estados Unidos por el tesoro de la fragata española Nuestra Señora de las Mercedes, hundida en 1804 por naves británicas que pretendían robar el cargamento de oro y plata del barco, y encontrada en 2007 por la empresa estadounidense Odyssey que, después de un duro litigio, tuvo que devolver el tesoro a España.

Stanley Tucci  © Wikimedia Commons


En La fortuna, compuesta por un elenco de actores españoles y estadunidenses, se mezcla la crónica documental con aventuras, arqueología submarina y el entramado judicial en el que un joven e inexperto diplomático se esfuerza por recuperar el tesoro encontrado por un aventurero que recorre las profundidades del mar en busca de patrimonios antiguos. Para ello se alía con una joven abogada y un viejo jurista apasionado por las historias de piratas. Y en medio de todo eso, claro, hay tramas de amor, amistad y compromiso con valores y convicciones en las que el director, también guionista y compositor de la banda sonora, se toma algunas licencias para cubrir de ficción los hechos fácticos de la historia. En realidad se trata de una miniserie (seis capítulos de 45 minutos) que se estrenará el próximo año, primero en España y luego, gracias a AMC Studios (que ha producido series como The Walking Dead), en varios países del mundo.

Hoy, un día frío, nublado y lluvioso en Madrid, el rodaje se centra en algunas escenas de los capítulos cuatro y cinco, cuando está a punto de llevarse a cabo el juicio que dictaminará quién se queda con el oro y la plata. Por eso, se supone, estamos en el interior de la Corte de Justica de Atalanta. Amenábar, que como el resto del equipo lleva trabajando desde primera hora de la mañana, viste pantalón de mezclilla desgastado, sudadera gris y tenis blancos, un atuendo que, conjuntado con su baja estatura y delgadez, le da un aire tan juvenil como desenfadado. No grita al dar indicaciones a los miembros de su equipo ni a los actores. Prefiere acercarse a cada uno de ellos y decirles qué es necesario hacer. Luego vuelve, muy concentrado y con pasos cortos, a su silla ubicada al fondo del set. Entonces clava los ojos en un pequeño monitor, se coloca unos audífonos en las orejas y reanuda la grabación. Así, mecánicamente, durante 16 horas.

Pero rodar en tiempos del coronavirus implica que toda persona que participe se haga una prueba de antígenos, se desinfecte las manos con gel cada cierto tiempo y que no se quite el tapabocas (los actores se desprenden de él sólo cuando escuchan “¡acción!” y se lo vuelven a poner al grito de ¡corte!”). A eso de las 11 de la noche la cena se sirve en la terraza, al aire libre y con mamparas de plástico para separar a los comensales. La repetición de tomas (para luego tener de dónde elegir) hace que todo se alargue. Hoy las luces se apagan a las dos de la madrugada.

AQ | ÁSS

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