Después de siglos de esclavitud estética, de costumbrismo ultraconservador y reprimido, la moda masculina se libera. El Renacimiento fue muy creativo con el placer de describirse a sí mismo con lo que usaban para cubrir el cuerpo. Brocados suntuosos, terciopelos y las preciosas mallas de algodón y seda. La ropa masculina era más audaz que la femenina, con el privilegio del movimiento para ir de cacería, a la guerra y bailar, los hombres usaban mallas bicolores, plumas, jubones, chalecos, bordados fantásticos. Leonardo da Vinci fue un gran diseñador de moda, durante la guerra de los florentinos que mantenía con Milán y Pisa, además de inventar armas de guerra, diseñó los uniformes del ejército. Perdieron la guerra, pero fueron los más elegantes.
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El otro gran periodo de creatividad fue el Barroco. El Duque de Baviera, que peleó al lado de Luis XV en la Guerra de los Nueve Años, vestía uniforme que él mismo diseñaba con su sastre, su elegancia llegaba a superar la del Rey Sol, y se hacía acompañar por un dibujante y un grabador en todas las batallas que le hacían retratos de su vestuario a juego con su tienda de campaña y los distribuían por sus tierras en Baviera para que su pueblo pudiera admirar su valor y estilo.
En el siglo XIX la moda masculina se sometió a una moral puritana y se convirtió en una repetición larga y monótona de saco-corbata-pantalón. Sólo los excéntricos artistas, cantantes y músicos rompían con esa roca inamovible de rigidez. Mientras la moda femenina explotó en creatividad y belleza, la masculina se encerró cada vez más, colores grises, azules, negro, eso aportó a que la mentalidad masculina se volviera cada vez más reprimida.
En los ochenta hubo destellos de libertad gracias a la estética punk, pero seguía la dictadura del trío corbata-saco-pantalón. La corbata se convirtió en el lazo de una horca ahogando la anatomía de los hombres. Esa combinación de caja fuerte es la solución para no pensar en qué ponerse, y meterse en una coraza que significa la “buena presentación”, usar traje y corbata es como usar el prefijo “licenciado”, da una falsa respetabilidad y seguridad. Patéticos los trajes de tantos personajes del ambiente político, entre más mal cortado y arrugado, más votos en las urnas de la mal vestida democracia.
La moda hoy se está liberando, las nuevas pasarelas con hombres que usan faldas, bolsas cruzadas, colores audaces, camisas con volantes, era inexplicable que ese gozo que tenemos las mujeres por elegir unos zapatos y un bolso, no lo tuvieran los hombres para verse “respetables”. La armadura de traje y corbata, a menos que sea Moschino o Gucci, ya no da respetabilidad, es señal de costumbrismo y sometimiento a un código que tal vez les imponga el trabajo o la educación.
Al margen de los temas de género, por fin la moda masculina se sale de su prisión y se permiten el gran placer de usar algo hermoso y lúdico sin más consecuencia que el instante de autoafirmación al mirarse y ser mirado.
AQ