La mejor biblioteca del mundo

Café Madrid

Muchos la llaman “el Guggenheim” de la periferia barcelonesa, pero lo más maravilloso es que en muy poco tiempo este edificio se ha convertido en el centro neurálgico y transformador de un barrio humilde y sobrepoblado.

Sala de lectura en la Biblioteca Gabriel García Márquez de Barcelona, inaugurada el 28 de mayo. (Foto: Alejandro García | EFE)
Víctor Núñez Jaime
Madrid /

La mejor biblioteca del mundo se asemeja a una enorme pila de libros abiertos con páginas plegadas. Tiene seis pisos, en total mide casi cuatro mil metros cuadrados y ha sido construida con madera. Su fondo está compuesto por cuarenta mil libros y documentos y cuenta con un rincón para los devotos del cómic, una radio comunitaria (Radio Macondo) y hasta con una ‘bebeteca’ para los más pequeños. Es pública, es gratuita y todos los días recibe a, por lo menos, mil personas en sus salas de lectura, talleres y conferencias. Se inauguró hace poco más de un año y hace unos días fue reconocida como la mejor del mundo, desbancando a templos librescos impresionantes como la Public Library Janez Vajkard Valvasor Krško (Eslovenia), la City of Parramatta Library (Australia) y la Shanghai Library East (China).

En su pasada reunión en Róterdam (Holanda), el jurado de la Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias valoró, especialmente, “la interacción con el entorno y la cultura local de esta biblioteca, la calidad arquitectónica del edificio, la flexibilidad de los espacios y servicios, la sostenibilidad, el compromiso con el aprendizaje y conexión social, la digitalización y las soluciones técnicas de los servicios”.


Se ubica en un barrio obrero de Barcelona y lleva el nombre del que una vez fue uno de los más ilustres vecinos de la ciudad: Gabriel García Márquez. Así que en sus estantes hay, sobre todo, libros de autores latinoamericanos. También hamacas, salas para trabajar en equipo y confortables sillones para sentarse a leer con la luz diáfana que proporciona el patio central o las luces alimentadas con autogeneradores solares.

Aquí la gente lee, estudia, juega, aprende, comparte, se echa una siesta reparadora o, simplemente, se refugia del intenso calor de estos días. Muchos la llaman “el Guggenheim” de la periferia barcelonesa (tal vez porque parece sacada de una fina revista de arquitectura y decoración), pero lo más maravilloso es que en muy poco tiempo este edificio se ha convertido en el centro neurálgico y transformador de un barrio humilde y sobrepoblado. Al estilo de lo que se ha hecho en sitios como Medellín (y debería hacerse en muchas ciudades mexicanas), esta biblioteca promueve la equidad y el vínculo entre los ciudadanos. Porque, como dice el sociólogo estadounidense Eric Klinenberg, “los espacios públicos de las urbes son tan vitales como la red de agua”.

Desde el punto de vista de Klinenberg, el futuro de las sociedades democráticas no se basa simplemente en valores compartidos, sino en espacios compartidos: las bibliotecas, las guarderías, las iglesias y los parques donde se forman conexiones cruciales, pues esa “infraestructura social” está ayudando a resolver algunos de nuestros desafíos sociales más urgentes. En su libro Palacios del pueblo (Capitán Swing) destaca que “la evidencia nos dice que, cuando arreglas un lugar abandonado y conviertes los solares en parques, cuando mejoras las escuelas y creas ambientes seguros, la criminalidad baja. Creo que debemos tener policía, porque no basta sólo con parques bonitos, pero tener tantos agentes es demasiado agresivo. Invertimos demasiado en punitivismo y descuidamos los barrios”.

Fachada de la Biblioteca Gabriel García Márquez en Barcelona. (Foto: Alejandro García | EFE)

Creo que eso es lo que simboliza la premiada biblioteca García Márquez de Barcelona. Porque no es sólo un lugar consagrado al libro, sino a la cultura en general y, sobre todo, un espacio para fomentar una sociedad más solidaria e igualitaria. Algo que, en un territorio como Cataluña, tan polarizado por el auge del independentismo, significa mucho. El reconocimiento es, también, para el denominado ‘Plan de Bibliotecas de Barcelona 2030’ que “apuesta por un modelo público que transforme estos equipamientos en lugares dinámicos y adaptativos, que reflejen la diversidad e integren la tecnología y las necesidades cambiantes de la sociedad”. De vez en cuando, ya lo ven, los políticos hacen algo útil y con una mirada a largo plazo por la población que los elige.

De nuevo Eric Klinenberg, para reflexionar: “en política se da mucho dinero a las infraestructuras. Pero sólo entendemos como infraestructuras la energía, el agua o las comunicaciones. Y la sociedad se merece el mismo tipo de apoyo, porque sin las herramientas que garanticen la cohesión habrá consecuencias muy nocivas. No obstante, las zonas de juego, las escuelas, las bibliotecas o las plazas suelen llevarse las migajas presupuestarias, lo que sobra”.

AQ

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