‘La monja alférez’ se va de Coyoacán

Doble filo

Recientemente atribuida a Juan Ruiz de Alarcón, la obra se presenta en la sede de la Compañía Nacional de Teatro, bajo la dirección de Zaide Silvia Gutiérrez.

Escena de 'La monja alférez'. (Foto: Sergio Carreón Ireta | INBAL)
Fernando Figueroa
Ciudad de México /

Un montaje que es una joya tiene dos últimas funciones el 1 y 2 de octubre en la pequeña Sala Héctor Mendoza de la Compañía Nacional de Teatro (CNT), aunque debiera presentarse en otros recintos de la Ciudad de México y, si es posible, en el resto del país. Se trata de La monja alférez, recientemente atribuida a Juan Ruiz de Alarcón, bajo la dirección de Zaide Silvia Gutiérrez, con una actuación sobresaliente de Érika de la Llave en el papel estelar y otros magníficos histriones que le dan buena réplica.

Sin duda, los astros se alinearon para que la CNT montara la apasionante y verídica historia de Catalina de Erausto (San Sebastián, España, 1592), una mujer que decidió vivir como hombre nada menos que en el siglo XVII. Desde los cuatro años fue recluida en un convento, pero a los 15 se escapó. Tiempo después viajó al continente americano como soldado y alcanzó el grado de alférez. Estuvo en Colombia, Perú, Argentina y México (murió en Cotaxtla, Veracruz, en 1650). Fue recibida tanto por el rey Felipe IV como por el papa Urbano VIII, quienes le dieron permiso de vestirse como hombre y firmar documentos con nombres masculinos, previa comprobación de que era virgen por parte de la Santa Sede.

El Festival Iberoamericano del Siglo de Oro de la Comunidad de Madrid puso el financiamiento para que la Compañía Nacional de Teatro de México montara La monja alférez, que se presentó el 1 y 2 de julio pasado en el Teatro Salón Cervantes de Alcalá de Henares.

Las negociaciones se llevaron a cabo cuando Enrique Singer aún era el titular de la CNT (actualmente es Aurora Cano) y él nombró a Zaide Silvia Gutiérrez directora de la obra. Ella contó con el apoyo de Antonio Rojas como asesor de verso; escenografía e iluminación de Félix Arroyo, más un sólido equipo que causó grata impresión en España.

La atribución de esta obra al guerrerense Juan Ruiz de Alarcón no es un capricho hecho en México sino producto de un serio estudio del catedrático Germán Vega García-Luengos de la Universidad de Valladolid. El programa de computación Estilometría Aplicada al Teatro del Siglo de Oro (ESTO) confirmó que el autor no fue Juan Pérez de Montealbán, como se creyó hasta hace muy poco tiempo, sino del también creador de La verdad sospechosa, Los pechos privilegiados, Las paredes oyen y un largo etcétera.

Mientras son peras o manzanas, en el programa de mano de la CNT se lee: “atribuida a Juan Ruiz de Alarcón”. Sea quien fuere el autor, se trata de un texto redondo que centra la acción en un amorío fallido de la protagonista, quien literalmente es de armas tomar.

La suerte y el destino quieren que me siente junto a Zaide Silvia Gutiérrez en la Sala Héctor Mendoza. Comenta que algunas personas hacen la reservación gratuita y luego no llegan a ocupar su butaca. Le digo que todo lo gratis no se valora como es debido y expreso algunos insultos dedicados a los ausentes. Una hora y media después, fuertes aplausos de gente que sí es responsable son el premio para una función memorable.

Zaide Silvia pertenece al elenco estable de la CNT, pero estudió dirección teatral en Nueva York y tiene experiencia en ese quehacer. El montaje de La monja alférez es sobrio, elegante, eficaz. Algunas escenas de espadazos se producen en cámara lenta y eso ayuda a que el espectador ingrese a otra dimensión, si acaso su mente no lo consigue a las primeras de cambio.

“Hacer tangible el pensamiento en escena” es lo que significa para Gutiérrez la dirección, aunque desearía que un hipotético último proyecto artístico fuera como actriz, “para sentir el intenso juego de emociones que se vive arriba del escenario”. Y, en una de esas, que fuera monólogo.

Amablemente me da un aventón de la calle Francisco Sosa a una estación del Metro y en el camino me habla con entusiasmo de algunos directores como Benjamín Cann, Héctor Mendoza y Gregory Nava. Curiosamente, cuando iniciaba su carrera tuvo que elegir entre dos proyectos a los que estaba convocada: el finado Mendoza preparaba en teatro Las mil y una noches y Nava la película El norte.

Cuando Zaide Silvia le dijo a Gregory Nava que no podía aceptar el papel protagónico de El norte (1983), él de inmediato tomó un vuelo de Los Ángeles a la Ciudad de México y platicaron en un Sanborns de San Ángel. El cineasta se salió con la suya y ella participó en la cinta que fue nominada a un Oscar en el rubro de Mejor guión original. En 1995 ese filme fue designado como american classic por la Biblioteca del Congreso estadounidense y en 2019 la Academia de Hollywood financió su restauración.

En Calzada de Tlalpan le doy las gracias a Zaide Silvia no sólo por el raite sino también por el montaje que acabo de ver. La estupenda tarde-noche en Coyoacán desemboca en una madrugada con temblor de 6.9 grados. Pienso que eso pasa por andar preguntando: “¿qué tipo de proyecto le gustaría realizar si supiera que es el último?”.

AQ

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