Las heroínas del intercambio intelectual en Europa

Escolios

Durante décadas en el siglo XIX, siempre encabezada por las mujeres, la vida de salón representó una cumbre del intercambio intelectual en Europa.

Madame de Sévigné y Madame de Longueville. (Wikimedia Commons)
Armando González Torres
Ciudad de México /

Las mujeres francesas que, a lo largo de al menos un par de siglos, abrieron sus salones a los más diversos intelectuales, artistas, diletantes y excéntricos son heroínas de la sociabilidad literaria. En estos espacios de encuentro y entretenimiento se gestaron proyectos, se inventaron géneros y, sobre todo, se llevó la charla informal a su mayor nivel de rigor y belleza.

Ya Benedetta Craveri, en su monumental La cultura de la conversación, hace un fresco deslumbrante de la época y de sus seductoras protagonistas. En el siglo XIX, el mayor crítico literario de ese tiempo, Charles Augustin Sainte-Beuve, supo justipreciar la aportación de esta constelación femenina y, en sus Retratos de mujeres (hay una selección en Acantilado) hace una fina evocación de varias de estas célebres tertulianas.

Sainte-Beuve es una figura polémica que, por diversos azares, ha pasado a la posteridad con la reputación de crítico miope que infravaloró a los grandes talentos de su era. Más allá de lo superficial de esta apreciación, lo cierto es que sus retratos de mujeres muestran a un lector hondo y sensible capaz de valorar (en un ambiente misógino) el papel de las mujeres en la construcción de la civilidad y la cultura francesa moderna y como un estupendo prosista que, con tacto y penetración psicológica, esboza, con sus retratos, breves y vibrantes narraciones.

Esta selección de perfiles comienza con Madame de Sévigné, una de las primeras salonniéres, quien con su correspondencia personal se volvió el paradigma de la literatura epistolar, y cierra con Madame Recamier, ya contemporánea de Sainte-Beuve, quien se atrevió a reorganizar el experimento del salón en el ya muy cambiado clima del París posrevolucionario. En medio pasan figuras como Madame de Longueville, la libérrima Ninon de Lenclos o la prolífica y cerebral Madame de Staël,

A través de las historias de estas mujeres, Sainte-Beuve inserta lo doméstico en la historia y hace una épica de lo aparentemente banal. Como se refleja en estos retratos, la conversación en los salones pretendía aunar el culto a la inteligencia con el imperio de los buenos modales. Para ello, se hacía una convocatoria que privilegiaba el talento y el encanto personal por encima de la posición social y se buscaba hacer de la convivencia una obra de arte en tertulias donde cabían la improvisación ingeniosa y el chisme, pero también la práctica de la literatura, el patrocinio de las artes o la difusión de la ciencia y el pensamiento ilustrado.

Por muchas décadas, y siempre encabezada por las mujeres, la vida de salón representó una cumbre del intercambio intelectual en Europa: estableció reglas de urbanidad en el diálogo y practicó la brillantez y la afabilidad. En esta época dorada, la conversación adquiere la mayor dignidad: no es un género paralelo a la literatura, al contrario, alcanzar la naturalidad e ingenio de la charla se vuelve un ideal literario y la mejor escritura debe sonar a una buena plática de sobremesa.

AQ

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