El último día de junio, durante 50 minutos terrenales, Jorge Federico Osorio sacó de la realidad a quienes lo escucharon tocar, en la Sala Nezahualcóyotl, el Concierto para piano número 2 en si bemol mayor, de Johannes Brahms. Momentos después de ese prodigio con la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata de la UNAM, el músico platicó con Laberinto.
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—Dos discos que llevaría a una isla desierta.
Sonata para piano en si bemol de Schubert, con Artur Schnabel; y la Sinfonía número 5 de Beethoven, en la primera versión que hizo Karajan con la Filarmónica de Viena.
—¿En vinil, CD o digital?
En LP de acetato.
—¿Tiene discos de Manzanero?
No, pero me gusta su música.
—¿Khatia Buniatishvilli es buena pianista o solo es una guapa que hace show?
Es buena pianista y hace show.
—¿Quién es el sucesor de Osorio?
Cada individuo tiene su camino.
—¿Qué sintió la primera vez que lo dirigió su hijo Santiago?
Alegría, emoción y paz.
—¿Su otro hijo es percusionista?
Sí. Ahorita viaja y disfruta la vida.
—¿Qué porcentaje habla de inglés, francés, ruso y español?
Inglés, como 70 por ciento. Tenía como 90 de francés y ahora 50. Ruso tuve como 60 y ahora 15. Español, depende del día.
—¿Qué es lo más difícil de enseñar en la música?
Que tengan criterio y adquieran confianza.
—¿Le gustaban las manos de Marceau?
No sólo las manos, toda su expresión.
—¿Las manos son una extensión del cerebro, del alma o del corazón?
El alma y el corazón van de la mano.
—¿No odió la disciplina en la infancia?
No, porque nunca tuve que hacer tanto.
—Un crítico mexicano que le haya aportado algo.
Raúl Cosío era muy directo.
—Los mejores pianistas que haya escuchado.
Claudio Arrau, Wilhelm Kempff y Arthur Rubinstein.
—Recomiéndeme un disco suyo.
El más reciente, con las últimas obras para piano de Brahms y Schubert.
—¿Le hubiera gustado ser un deportista de alto rendimiento?
En primaria impuse un récord en carrera de 50 metros, a nivel Distrito Federal.
—¿Mozart o Beethoven?
No es buena pregunta.
—¿Valora más el aplauso o el silencio?
Esa sí es buena. El silencio en la sala es igual de emocionante que el aplauso.
—¿Tradición o vanguardia?
Las dos cosas evolucionan hacia un mismo punto.
—¿La Sala Nezahualcóyotl es tan buena como dicen?
Sí, y con mucho público aún mejor.
—Cuénteme una anécdota entrañable como instrumentista.
Durante un concierto popular en León tuve a un niño parado frente a mí, prestando gran atención al Concierto para piano número 5 de Beethoven. Años después, durante unos cursos que di, se me acercó y me dijo que era él.
—La mayor virtud de un músico.
No aburrir.
LVC