Las leyes de la herencia

Libros | A fuego lento

‘León de Lidia’, de Myriam Moscona, es un homenaje a la memoria familiar.

Portada de ‘León de Lidia’, de Myriam Moscona. (Tusquets)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

León de Lidia (Tusquets) es un libro insumiso, renuente a cualquier clasificación. No es el único de sus encantos. Además de resguardar una sensibilidad, la de un pasado distante y a la vez dolorosamente cercano, ofrece un cuadro vigoroso de lo que significa lidiar con la más anárquica fragilidad. La protagonista y narradora (¿acaso la misma Myriam Moscona?) se dibuja tan vulnerable a las leyes de la herencia familiar que termina por arrastrarnos a un estado de repentina melancolía. En qué momento, y mediante qué conjuro, sentimos el aguijón de la orfandad y el exilio.

Porque León de Lidia trata de Bulgaria, o de los padres que abandonaron esa patria en 1948, o de una abuela como piedra en el zapato, o de una tía con fama de adúltera, o de una lengua, el judeoespañol, que parece condenada a la extinción, o de la escritura en pie de lucha contra la muerte. Myriam Moscona recupera todo esto mientras avanza a salto de mata. Va del ensayo al registro de un sueño, de la montaña de Thomas Mann al diván de Freud aunque no a las estepas heladas de ese otro búlgaro, Elias Canetti, del álbum fotográfico a la estampa poética, del cuaderno de viaje a la alucinación, de antiguas leyendas a la punta afilada de un minicuento realista. En ese carácter fragmentario adivinamos el humor de la protagonista: igual de aquí que de allá, es decir, muy lejos de plantar los pies en la tierra.

“Mientras más lejano es un recuerdo recobrado, más reverberaciones traza alrededor. Recordar es respirar el mismo aire, pero en tiempos distintos”, leemos en las primeras páginas de León de Lidia. Siguiendo este dictado, Myriam Moscona interroga a los guardianes de la memoria hasta alcanzar una inesperada revelación: el inconsciente escupe verdades que nuestro juicio racional no ofrece. Quizá por ello, por la libre irrupción de un mundo interior, creemos habitar una zona de ensueño donde los fantasmas —amados o despreciables— reproducen los gestos y las palabras de los vivos.

Pues vida es lo que León de Lidia exhibe con mayor fuerza. A las preguntas quién soy y por qué soy lo que soy, no duda en invocar una historia resistente al paso del tiempo: aquella que celebra la disposición de nuestra identidad para dividirse y hacer posible la regeneración.

León de Lidia

Myriam Moscona | Tusquets | México | 2022

AQ

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