Leonora Carrington vuelve a España

Café Madrid

Una retrospectiva muestra en Madrid las obras de la pintora surrealista, cuyo arte fue capaz de capturar el miedo, el dolor, la alegría, la extrañeza o la felicidad.

'Revelación' reúne 188 obras, entre cuadros, dibujos, fotografías, esculturas, tapices y documentos. (Fundación Mapfre)
Víctor Núñez Jaime
Madrid /

La primera vez que Leonora Carrington vino a España fue en 1940. Franco había ganado la Guerra Civil, mientras el resto de Europa se tambaleaba con la Segunda Guerra Mundial, y la pintora surrealista buscaba desesperadamente un salvoconducto para su amado Max Ernst, acusado de manera infundada de ser filonazi en Francia, para poder irse con él al otro lado del Atlántico. En eso andaba cuando un día, al salir de una cafetería del centro de Madrid, cuatro militares la metieron a empujones a un coche y se la llevaron a una casa ubicada a las afueras de la ciudad. Allí le arrancaron la ropa y, uno detrás de otro, la violó hasta que se cansó. Luego le vaciaron todo lo que llevaba en el bolso, le empaparon la cabeza con un frasco de colonia y, finalmente, la soltaron en el parque del Retiro.

Con la intención de que la artista superara el trauma de lo ocurrido, su padre la ingresó en un sanatorio psiquiátrico de Santander. Ahí estuvo casi ocho meses bajo un tratamiento médico que le provocaba ataques epilépticos, a veces amarrada a su cama, aunque pintando de vez en cuando. Pensaban trasladarla a Sudáfrica pero ella logró escaparse a Lisboa y de ahí, con ayuda del mexicano Renato Leduc, se fue a Nueva York. Más tarde se instaló en México y permaneció ahí hasta su muerte, en 2011. El cúmulo de acontecimientos de su tremenda vida (el nazismo, la persecución, el desarraigo, el desamor, la violencia sexual, la enfermedad mental, el exilio) se convirtió en la materia prima de toda su obra que ahora puede verse, por primera vez en este país que la trastornó, dentro del edificio madrileño de la Fundación Mapfre.

Así que podríamos decir que Leonora Carrington ha vuelto a España. O, por lo menos, su “universo artístico y personalidad proteica”, como dicen los curadores de Revelación, la retrospectiva de “la novia del viento” que permanecerá abierta al público hasta el próximo mes de mayo. Son 188 obras, entre cuadros, dibujos, fotografías, esculturas, tapices y documentos, procedentes de más de 60 “prestadores” (del Thyssen al Museo de Arte Moderno de México, pasando por el MoMA de Nueva York, el Art Institute de Chicago o la Galleria Nazionale de Roma). Cada pieza habla de aspectos tan humanos como el miedo, el dolor, la alegría, la extrañeza o la felicidad, de una forma tan directa que nos interpela a cuestionar nuestras propias certezas e incertidumbres.

En realidad, la muestra se centra en los motivos que cruzan un discurso complejo y arcano ante el cual uno puede sentirse tanta fascinación como desconcierto: la elaboración del trauma, la introspección en los orígenes personales y sus relatos fundacionales; su implicación con figuras femeninas de carácter ancestral y sagrado; su identificación con el mundo animal; su absorción de elementos culturales de los lugares por los que pasa, desde la pintura renacentista en Florencia hasta el arte mesoamericano en México; o su interés por formas no canónicas de pensamiento y espiritualidad, como la alquimia, la magia, el tarot o las mitologías de la historia.

Varios de los cuadros de Leonora Carrington son muy conocidos, y también buena parte de su vida (gracias, sobre todo, a sus propias Memorias de abajo o a Leonora, la biografía novelada que escribió Elena Poniatowska), pero sus primeras acuarelas quizá no tanto. Las pintó en Florencia, cuando comenzó a estudiar arte, después de haber sido expulsada de varias escuelas católicas por su rebeldía y su carácter “ineducable”. En ellas hay principalmente tonos azules y naranjas, mujeres, brujas, hadas y una claridad que no volverá a encontrarse en el resto de su obra. Porque la Carrington más joven pintaba desde la fantasía de un mundo posible, influenciada por la cultura celta que le inculcó su madre irlandesa y las lecturas de mundos encantados y del género gótico. Así nació, por ejemplo, la serie que se titula “Hermanas de la luna”. Después está la observación de sí misma y su interés por los mundos no visibles: la alquimia, la magia, las diversas mitologías o el sincretismo religioso, así como su fascinación por el tránsito de la vida a la muerte, de la locura a la cordura y de la lucidez a la oscuridad, escenarios imaginarios u oníricos relacionados con cultos ancestrales que, a su vez, envuelven a personajes o a animales fantásticos, hadas, brujas, hienas o caballos, que fueron su alter ego.

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.