Eduard Limónov: escritor punk y emblema provocador

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Ensayista, novelista, agitador cultural, activista político y ex guerrillero, saltó a la fama en Occidente gracias a la novela escrita hace casi una década por Carrère.

Limónov, en un apartamento de Moscú, en 2012. (AP)
Víctor Núñez Jaime
Madrid /

Rebelde agitador cultural, el escritor, activista y ex guerrillero Eduard Limónov murió el 17 de marzo a los 77 años. Por eso recuperamos esta entrevista publicada en Laberinto en junio de 2019.


Tiene aspecto de viejo moderno —alto, delgado, barba y pelo grises y bien cortados “a lo Trotsky”, gafas de pasta, pantalón de mezclilla, chamarra de cuero (que no deja ver la granada tatuada en un brazo)—, pero Eduard Limónov avanza por el Parque del Retiro sin llamar mucho la atención. Bajo un sol furioso, camina dispuesto a contar las batallas de su vida ante un puñado de personas y luego a encerrarse, con resignación, durante un par de horas en una de las casetas montadas a lo largo de todo el Paseo de Coches (el espacio del parque donde año tras año, desde hace 78, se lleva a cabo la Feria del Libro de Madrid), para dedicarle a sus lectores alguno de sus libros autobiográficos, incluido el más reciente editado en español, El libro de las aguas. El autor no ha llegado a España directamente de Moscú, sino de Valencia donde, a sugerencia de sus editores, se bañó en el Mediterráneo para ver si luego escribe algo sobre este cálido mar.

Limónov saltó a la fama en Occidente gracias a la novela biográfica o biografía novelada escrita hace casi una década por Emmanuel Carrère, en la que aparece como un personaje desmesurado y estrafalario, salvaje y paradójico, pendenciero y ambiguo, escurridizo y estrambótico, héroe romántico y majadero abominable, fascinante y detestable a partes iguales. Limónov, sin embargo, ha venido aquí para dejar claro que, a excepción de él, nadie puede retratarlo: “Carrère ofreció su visión de mí, una obra inspirada en mí, pero no soy yo, no me reconozco. Aunque le estoy agradecido porque lo hiciera. Tengo otros amigos que decían que iban a escribir un libro sobre mí, pero no lo hicieron. Carrère, además, es muy diferente a mí; él es un representante de la burguesía francesa, y yo no”, dijo en una carpa del Retiro, durante la presentación de El libro de las aguas.

Eduard Veniamínovich Savenko, su nombre completo, es un personaje poliédrico y complejo que ha construido su vida desde una profunda convicción rebelde, casi provocadora, con alma de creador punk. Este ensayista, novelista, agitador cultural, activista político, exiliado de la URSS, ex guerrillero (al lado de los serbios), ex vagabundo sobre el asfalto, ex mayordomo de un millonario y amante de “hombres negros, altos y de pene enorme” en Nueva York, enfant terrible en París, golpista ruso, director de un periódico de corte fascista, líder del postsoviético Partido Nacional Bolchevique es hoy, a sus 76 años de edad, un icono de la resistencia política contra el régimen de Vladimir Putin y, según los críticos, “un renovador de la literatura rusa”.

Es hijo de un militar que, desde pequeño, aspiró a seguir los pasos de su padre. Pero la miopía se lo impidió, pues usar lentes desde los ocho años ni siquiera le permitió hacer el servicio militar. Quizá por eso en su adolescencia se aficionó a la bebida, al hurto y a la lectura y después pasó por la cárcel y un hospital psiquiátrico. Cuando en 1958 decidió incursionar en la poesía, alcanzó cierto reconocimiento en círculos underground bajo el seudónimo de Ed Limónov, una palabra compuesta por “limón” y “granada o bomba de mano”. Todas sus experiencias las ha dejado en libros como Historia de un servidor, Diario de un fracasado o Soy yo, Édichka.

Limónov es detenido por autoridades rusas tras una protesta en Moscú. (AP)

Limónov fue encarcelado en abril de 2001, acusado de terrorismo, conspiración por la fuerza contra el orden constitucional y tráfico de armas (según el gobierno ruso, planeaba una revuelta militar para invadir Kazajistán). Durante los tres años de su estancia en prisión aprovechó para escribir El libro de las aguas. “Mi deseo en ese lugar era ser libre como el agua. Además, creí que me iba a pasar quince años en la cárcel y me estaba preparando para lo peor. Entonces recordé los episodios de mi vida y los recuperé”, contó hace unos días en Madrid.

En su libro, Limónov utiliza el agua (mares, ríos, lagos, estanques, piscinas, fuentes…) como hilo conductor de un relato que mezcla pasajes poéticos y crudos. “Fusiles y semen en los orificios de mis hembras amadas: he ahí el modesto resumen de mi vida”, afirma. Las playas del Pacífico, del Atlántico, de la mediterránea Ostia (Italia), donde asesinaron a Pasolini; el Volga, el Danubio, el Pacífico o el Panj, afluente del Amu Daria en la frontera entre Afganistán y Tayikistán, desfilan por las páginas de una obra con momentos de lirismo, patetismo y militarismo, en el que el protagonista es el autor: un personaje que parece ir de rey a mendigo.

En los años noventa promovió el concurso “La chica más bella de Rusia”, cuyo premio mayor era pasar una noche con él. “No soy partidario de las mujeres por la mera razón de que no soy una mujer. Es imposible que lo sea”, arguye. No importa que se le recuerde que el feminismo es igualitarismo: “Ya no se puede hablar de igualdad porque se ha desatado demasiado remordimiento. Así que imagino que esto acabará con un enfrentamiento entre ellos y ellas”. ¿Realmente tiene las ideas tan asentadas como parece? “No hay nada intencionado con mi obra y nunca he intentado provocar. Mis obras son productos temporales del temperamento y las ideas de un artista”, dijo ante un público anonadado al escuchar afirmaciones como “he estado en la guerra viendo pasar las balas muy cerca de mí y sigo vivo. Es casi tan emocionante como el sexo; me arrepiento de haber pasado 14 años con una mujer: podía haber convivido con cinco. El capitalismo y el comunismo están acabados. Marx nunca me ha caído bien”.

Encantado de conocerse a sí mismo, Limónov hizo gala de su fama de ególatra. “El mejor momento de mi vida fue en la cárcel, porque la cárcel eleva a una persona sobre sí misma. Lo único que falta es perspectiva: grandes espacios urbanos, paisajes… Si alguien tiene a algún familiar o a algún amigo entre rejas, mándale libros de fotografía o álbumes de fotos”, aconsejó. “Ahora tengo una novia. La veo los fines de semana, porque está casada con su marido. Mi primer hijo nació cuando yo tenía 63 años. Mi hija, cuando tenía 65. Recuerdo que con 22 años pensaba que no sobreviviría a los 30, que nunca procrearía, y sin embargo sigo vivo”, dijo en España el hombre que Emmanuel Carrère considera “un héroe cool”.

ÁSS

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