Lodo: las atrocidades de Paulo IV

Toscanadas

Algunos papas hicieron de Roma un chiquero. Otros más se conformaron con dejarla tal cual.

Retrato del papa Paulo IV, Artista desconocido. (Wikimedia Commons)
David Toscana
Ciudad de México /

Un día feliz fue el 18 de agosto de 1559 en Roma. Había muerto el papa Paulo IV, un pontífice calamitoso. Su apellido era Carafa, que significa “garrafa”, y así se hacían juegos de palabras: “Qué vino tan fuerte hay en esta garrafa”, decía uno, y contestaba otro: “Te equivocas: es vinagre”.

Cuando su cadáver aún no se enfriaba, ya había denuestos en el Pasquino.

“Carafa, odiado por el diablo y por los cielos, está aquí enterrado / con su pútrido cadáver; las tinieblas lo reciben. / Odió la paz en la tierra, la fe nos refutó / arruinó al pueblo y a la iglesia, ofendió a los hombres y a los cielos / infiel amigo, le ruega al ejército que fue su perdición / ¿Quieres saber algo más? Fue papa, y eso basta”.

En otros versos lo acusaban de engañar a todo el mundo y de ser discípulo de Marte, pues había embarcado a la nación en guerras con más de venganza personal que de justificación o necesidad.

¿Qué más había hecho? Entre lo peor podemos contar que erigió el gueto de Roma. Tal como los alemanes tiempo después, levantó un muro donde encerró a los judíos, apenas les dejó una salida, los obligó a usar sombreros amarillos, les negó el derecho a ejercer cualquier profesión que no fuese la de cacharrero o la venta de ciertas legumbres, los médicos judíos no podían tratar a pacientes cristianos, mandó quemar Talmudes, encarceló a muchos judíos y mandó a la hoguera a otros tantos.

Implantó en forma la Inquisición romana, con todos sus aparejos de tortura. Impuso un régimen de terror, delaciones, persecuciones.

Fue además el infausto creador de lo que se conocería como el Index Librorum Prohibitorum. De puro capricho vetó a más de quinientos autores, incluyendo excomunión para algunos, desautorizó a muchos impresores, y abrió el infierno para los lectores que desobedecieran su mandato. En su condena sumó a Erasmo, Rabelais y Maquiavelo.

Cuenta Vasari que, ofendido el papa por los desnudos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, mandó destruirlos. Por suerte lo convencieron de que bastaba con pintar algunos taparrabos. El encargado de tan obscena tarea fue Daniele da Volterra, que desde entonces fue conocido como “il Braghettone”.

Esas y más atrocidades hizo Paulo IV en apenas cuatro años, con la prisa de quien llega al poder a los setentainueve años y poca vida le queda para arruinar tantas vidas.

Pero al fin se murió. Vendrían Pío IV, Pío V, Gregorio XIII, Sixto V... Buenos, muy buenos, ¿pero tumbaron los muros del gueto? No. ¿Devolvieron a los judíos sus derechos? No. ¿Mandaron al diablo el índice de libros prohibidos? ¿Desmantelaron la Inquisición? ¿Desvistieron a los embraguetados? No.

Llegaron al chiquero y... atáscate que hay lodo.

AQ

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