En algún pasaje de Los que no (Alfaguara), el narrador (suerte de desdoblamiento del propio Álvaro Uribe) menciona “las admirables y temibles narraciones no ficticias, o casi no ficticias”, que componen Gente así de Vicente Leñero. Esos mismos atributos, admirable y temible, definen a esta novela que resuena como el canto elegiaco por una generación.
Paseamos por una galería, o un memorial de daños, donde se exponen las vidas malogradas de un grupo ceñido de personajes que en algún tiempo estimularon la amistad, la complicidad y aun la admiración de ese narrador instalado en un presente colonizado por la enfermedad, cerca de sumarse a quienes “no llegaron a la meta”, y que, no sin inmodestia, va revelando las claves de su oficio. De modo que todo, o casi todo, pertenece al recuerdo y a sus colaboradores más cercanos: la censura y la enmienda.
Álvaro Uribe no sólo es capaz de contener esas vidas en una nuez sino de transformarlas en modelos de la joven promesa que cedió su talento, o su carisma, o ambos, a la tentación del fracaso. Conocemos así al exitoso importador de carnes, al talentoso profesor de filosofía, al poeta francés de melena indócil y abrigo negro, al seductor que pregona la escritura inconfesable de un libro, al prodigio musical obsesionado con Mahler. Se diría que, según las leyes de la herencia o la habilidad para sobresalir tempranamente en cualquier ambiente, han sido llamados a cumplir lo que prefiguran sus dones. Y sin embargo…
Esta reticencia, o mejor, esta imposibilidad, es el fuego del que Los que no se alimenta. No son únicamente las ilusiones perdidas sino también la muerte prematura y las fuerzas menguantes las que anuncian, o revelan, el paso de la plenitud anunciada a lo que dejó de hacerse para convertirse en lo que hubiera podido ser. Por eso leemos: “Nada justifica el secreto afán de ser peores que los demás”.
El lector debe renunciar a la compasión; quizá, si no teme mirarse con franqueza al espejo, podrá sentirse identificado. Y es que, como narrador de historias, y sin más pretensión a la vista, Álvaro Uribe es un torturador minucioso de sus creaturas, a quienes vemos caer para volver a repetirlo, cada vez con mayor hondura. Y, sobre todo, al convertirse en habitante de su ficción literaria, no escatima palos ni advertencias para sí mismo.
Los que no
Álvaro Uribe | Alfaguara | México | 2021
AQ