En ‘Los que no’, Álvaro Uribe se convierte en un torturador minucioso de sus creaturas

Libros | A fuego lento

Una serie de historias que se regocijan en el “hubiera” de las ilusiones perdidas.

Portada de 'Los que no', del escritor mexicano Álvaro Uribe. (Alfaguara)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

En algún pasaje de Los que no (Alfaguara), el narrador (suerte de desdoblamiento del propio Álvaro Uribe) menciona “las admirables y temibles narraciones no ficticias, o casi no ficticias”, que componen Gente así de Vicente Leñero. Esos mismos atributos, admirable y temible, definen a esta novela que resuena como el canto elegiaco por una generación.

Paseamos por una galería, o un memorial de daños, donde se exponen las vidas malogradas de un grupo ceñido de personajes que en algún tiempo estimularon la amistad, la complicidad y aun la admiración de ese narrador instalado en un presente colonizado por la enfermedad, cerca de sumarse a quienes “no llegaron a la meta”, y que, no sin inmodestia, va revelando las claves de su oficio. De modo que todo, o casi todo, pertenece al recuerdo y a sus colaboradores más cercanos: la censura y la enmienda.

Álvaro Uribe no sólo es capaz de contener esas vidas en una nuez sino de transformarlas en modelos de la joven promesa que cedió su talento, o su carisma, o ambos, a la tentación del fracaso. Conocemos así al exitoso importador de carnes, al talentoso profesor de filosofía, al poeta francés de melena indócil y abrigo negro, al seductor que pregona la escritura inconfesable de un libro, al prodigio musical obsesionado con Mahler. Se diría que, según las leyes de la herencia o la habilidad para sobresalir tempranamente en cualquier ambiente, han sido llamados a cumplir lo que prefiguran sus dones. Y sin embargo…

Esta reticencia, o mejor, esta imposibilidad, es el fuego del que Los que no se alimenta. No son únicamente las ilusiones perdidas sino también la muerte prematura y las fuerzas menguantes las que anuncian, o revelan, el paso de la plenitud anunciada a lo que dejó de hacerse para convertirse en lo que hubiera podido ser. Por eso leemos: “Nada justifica el secreto afán de ser peores que los demás”.

El lector debe renunciar a la compasión; quizá, si no teme mirarse con franqueza al espejo, podrá sentirse identificado. Y es que, como narrador de historias, y sin más pretensión a la vista, Álvaro Uribe es un torturador minucioso de sus creaturas, a quienes vemos caer para volver a repetirlo, cada vez con mayor hondura. Y, sobre todo, al convertirse en habitante de su ficción literaria, no escatima palos ni advertencias para sí mismo.

Los que no

Álvaro Uribe | Alfaguara | México | 2021

AQ

LAS MÁS VISTAS