La poeta rusa Marina Tsvietáieva padeció una vida llena de sufrimiento y se convirtió, algunas décadas después de su martirio, en un símbolo de la resistencia de la vocación poética frente a los desastres de la historia. Su periplo vital es muy conocido (y muy recurrente en la época): la joven y brillante poeta se vio envuelta por el torbellino de las revoluciones rusas, sufrió el asedio político y la hambruna después de 1917, vio perecer de inanición a su primera hija y salió al exilio siguiendo a su esposo, opositor al régimen bolchevique. Vivió, en condiciones infrahumanas, en los arrabales de Praga y París y, tras un par de décadas, regresó a su país, otra vez siguiendo a su esposo, ahora vergonzante colaborador de sus otrora adversarios. Ahí, ante la nueva caída en desgracia política del marido, así como de la persecución y el hambre, se suicidó.
Las Cartas a Anna Tesková. (Novela epistolar), traducidas (y juiciosamente anotadas) por su mayor divulgadora Selma Ancira y editadas por la Universidad Veracruzana, permiten asomarse, a través de las confidencias epistolares que compartió con su entrañable amiga, a la vida cotidiana, las fuentes de inspiración creativa y las tribulaciones de la poeta. Igualmente, constituye un valioso testimonio sobre el medio ambiente del exilio ruso en Europa y de la polarización ideológica de la época.
Anna Tesková, un poco mayor que Tsvietáieva, fue una intelectual y traductora checa que había vivido en Rusia y que buscó enlazar ambas culturas. El intercambio abarca desde 1922, cuando la poeta llega a Praga hasta 1939 cuando emprende su fatal regreso a la URSS. La correspondencia relata minuciosamente los múltiples sufrimientos de la poeta (penurias económicas, mudanzas constantes, enfermedades del esposo y los hijos, tensiones familiares, desdenes del mundillo literario), pero también contiene momentos de iluminación intelectual e irredimible entusiasmo poético.
Tsvietáieva no solo vivía para la poesía sino que pretendía vivir de la poesía y mantener a su inútil marido y a sus dos hijos con los ingresos por sus lecturas y la publicación de sus versos. El resultado de esta ignorancia de la prosaica realidad fue una miseria persistente. Las misivas demuestran que Tesková no sólo fue una atenta escucha, sino una bondadosa providente de Tsvietáieva, quien la abruma con todo tipo de solicitudes: desde innumerables préstamos económicos hasta la organización de sus relaciones literarias en Praga o las peticiones de ropa usada para vestir a su familia. En la biografía de Tsvietáieva hay una mezcla tóxica de las diversas gradaciones del dolor físico (enfermedades, hambre) y del sufrimiento psíquico (aislamiento, falta de reconocimiento literario) que harían pensar su obra como un tenebroso acervo de quejas e imprecaciones. Sin embargo, a este sendero de sufrimiento la poeta le brinda un significado poético, le opone la tenacidad y alegría de su oficio y, sobre todo, los poderes del coraje y la esperanza.
AQ