Bajo la sombra de un frondoso árbol, Pilar Sanz Briz, Chata López Saez y Pirucha Cano, las tres amigas que Isabel Preysler conserva desde que llegó a España a los 18 años, se sorprenden ante la polvadera que levanta el viento. “¡Oy oy oy, pero qué desagradable!”, arguye Pirucha en tono aflautado, mientras se acicala su cardada cabellera rubia y se pone sus enormes gafas de sol. “¡Tranquila, no pasa nada!”, le dice la Chata López, serenamente embutida en un traje de pantalón y chaqueta color beis. Quizá las tres señoronas, infaltables en las grandes fiestas de la jet set madrileña, hubieran preferido que esta celebración de la cultura y la libertad se hubiese llevado a cabo en Villa Meona, la mansión de la ex de Julio Iglesias, conocida así por la exagerada cantidad de baños que posee, y muy frecuentada por ellas, pero resulta que a don Mario le ha dado por realizar un encuentro campero.
Y aquí estamos: en una apacible finca de El Escorial, cercana al tan franquista Valle los Caídos, que los fines de semana suele albergar bodas vip, pero que hoy recibe a 400 políticos, artistas, periodistas, editores, empresarios y amigos varios de la pareja anfitriona, formada por un Premio Nobel de literatura y una Reina de Corazones.
Es casi mediodía y la afluencia de sendos cochazos parece interminable. Todos pisan el suelo terregoso, arreglados pero informales (¡que es viernes, coño!) y, apenas se identifican como amigos o conocidos, se saludan con sendos abrazos o apretones de manos o dos besos o un simple “¿qué tal, querido?” Eso sí: para los 400, sin excepción, las mascarillas y la distancia de seguridad es tan sólo un mal recuerdo. ¿Pandemia? ¡Cuál pandemia!
Ahí viene José María Aznar acompañado por su esposa, Ana Botella. Aquel es el Cholo Simeone, entrenador del Atleti. Por el photocall pasan la diputada Cayetana Álvarez de Toledo, la ex presidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre, el líder defenestrado de Ciudadanos Albert Rivera, el dueto sevillano Los del Río, el tenista Fernando Verdasco (yerno de la Preysler), el académico de la RAE Luis María Ansón, el alcalde de Madrid José Luis Martínez (tocayo de un cartujo que yo conozco) y una ristra de beautiful people.
El ambiente es muy campechano y está lleno de sonrisas. Nadie habla de los Papeles de Pandora, donde aparece don Mario (y algún otro que anda por aquí) y, mucho menos, del revuelo que hace unos días causó el escritor al señalar que hay gente que no vota bien y que por eso se pervierten las democracias. No, hoy hemos venido a celebrar “la cultura y la libertad” en esta región de derechas, remanso de la España crispada, donde cada tanto hay que hacer eventos “bonitos” para inmortalizarlos, cómo no, en el papel cuché de ¡Hola!
En lo que llegan todos los invitados, unas lonchas de jamón y un vinito de Jerez. A la media hora, todos al tentadero, donde Andrés Roca Rey, uno de los toreros favoritos de don Mario Vargas, se vistió para la ocasión con un traje de alpaca de los Andes y brindó la faena a gritos: “Va por usted, sus invitados, España, el Perú y la libertad de las culturas”, dijo el joven diestro, que enseguida lidió el toro con elegancia y valor y… al final lo indultó. Menos mal que enseguida empezó a sonar “Entre dos aguas”, de Paco de Lucía, porque el gruñimiento de tripas ya era un coro.
La comida, preparada por el chef español Mario Sandoval (dos estrellas Michelin) y el peruano José Olave (emisario de Gastón Acurio, que no pudo ir) incluyó frambuesas de foie, tiradito Nikkei de atún con leche de tigre, patatas wasabi con huevas de tobiko, cochinillo asado, lomo de vaca rubia gallea a la brasa y calçot con salsa romescu. Todo regado con vinos de Marqués del Riscal y champán Mum. Como cada año, Isabel y Mario pasaron el verano en la Clínica Buchinger de Marbella, donde la estancia consiste en ayunar con resignación para mejorar la figura, la piel, el cabello y el organismo en general, y quizá por eso los dos comieron con ganas. Lo notaron, sobre todo, quienes se sentaron en las “Mesas VIP”, donde el cubierto costó mil euros (porque esto también iba de recaudar fondos para la Fundación Internacional para la Libertad y la Cátedra Vargas Llosa, que planean dar becas y premios a escritores, periodistas, filósofos y universidades y, ejem, ejem, echarle la mano a los partidos de derecha en las américas, que últimamente parecen tener serias posibilidades de dominar la región).
Don Mario hizo a un lado su bastón (que comenzó a usar desde poco antes de la pandemia) y se sinceró ante el micrófono: “pretendemos crear nuevas generaciones de intelectuales y agitar la vida cultural de los países de habla hispana”. Cuatrocientos pares de manos le aplaudieron y, picaronas, doña Pirucha Cano y la Chata López se guiñaron un ojo. Porque supieron que ya tenían la libertad para chismorrear todo lo que vieron y escucharon durante siete horas de celebración.
AQ