Meditación del pasillo | Por Ana García Bergua

Husos y costumbres | Nuestros columnistas

En los sueños, la mente interpreta el espacio y crea territorios detallados, ajenos y a la vez propios.

"Pasillos largos e imposibles de cruzar o de recorrer hasta el final, calles que conducen a sitios desconocidos". (Unsplash)
Ana García Bergua
Ciudad de México /

Estoy meditando y trato de percibir el espacio que me rodea. Al evocar el pasillo y la escalera a la entrada, aparece en mi mente otro lugar, un pasillo similar al puente de la cubierta de un barco, con su barandal y unas escaleras al centro. Ese lugar me atrae y me aterra, es misterioso. Me aterra no poder traer a la mente el pasillo de mi casa, como si estuviera perdida adentro de mí cabeza, y a la vez, el lugar que surge en ella me interesa: no lo reconozco pero es interesante, bello y luminoso como un cartel art-déco.

¿De dónde vienen los lugares que aparecen en los sueños? Casas que uno recorre, edificios, pasillos largos e imposibles de cruzar o de recorrer hasta el final, calles que conducen a sitios desconocidos. La mente interpreta el espacio y crea territorios detallados, ajenos y a la vez propios. Estaba aquí en la casa, cuenta uno, pero no era mi casa, como si esa información la hubiera dictado un guionista fantasioso, el guionista que escribe los sueños y que nosotros actuamos sin explicación. El guionista se coló en mi meditación y decidió que era otro el pasillo de mi casa; la verdad, me gustaría conocer ese lugar.

Recupero en mi mente el pasillo que llega a nuestro departamento, las escaleras, el pequeño barandal, las plantas de la jardinera, las puertas que dan a los departamentos vecinos. Una tarde podría abrir la puerta y salir a la jungla, a un centro comercial o al espacio, como el agente Cooper al final de la serie Twin Peaks de David Lynch. Podría salir a un cuadro de Escher y perder la orientación. En realidad los pasillos no son un lugar, es decir, no pertenecen a nadie, nadie los habita excepto los despistados que perdieron las llaves. Por ellos transitan los vecinos, los mensajeros, los visitantes y los conserjes, así la vida en el pasillo es breve, instantánea, y cuando alguien se instala en un pasillo es que las cosas andan mal. Como en los pasillos de los hospitales, por ejemplo, si los enfermos rebasan el cupo y es necesario acostarlos ahí, en el suelo o donde se pueda. O cuando los indigentes se refugian durante la noche en los pasillos.

El presidente aparece en la televisión recorriendo un pasillo larguísimo del palacio donde resguarda sus secretos: la cámara parece huir conforme se acerca, un poco vacilante, y nos dice que está bien. Un pasillo muy largo, rodeado de macetas; a cada paso que da, la cámara se aleja un poco más, igual que si estuviera en un sueño, un poco perdido, o en una película de David Lynch. Nosotros estamos en una película de David Lynch quien, por cierto, es un gran practicante de la meditación trascendental. A la salida podría encontrarse el espacio sideral.

AQ

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