Ejercicios de crueldad

Libros | A fuego lento

En 'El menonita zen', de Carlos Velázquez, no hay buena voluntad, solo la figura de un escritor que sabe manipular los destinos de sus creaturas.

Portada de 'El menonita zen', de Carlos Velázquez. (Océano)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

Carlos Velázquez no es solo un género literario: es también el conductor a un mundo habitado por seres que se resisten a ser ordinarios, ya por elección o porque no tienen otro remedio. Esta es la certeza redonda que nos deja su más reciente libro, El menonita zen (Océano), en el que concurren seis relatos tan descabelladamente originales como trepidatorios.

La galería expone por igual a un enano albino (¿acaso un extraterrestre?); una estrella del rock cuya leyenda se perfila a través de un velo de oscuridades y verdades a medias; un payaso a merced de la inquina de su hermano mayor; una adicta a la limpieza; el director de una empresa discográfica condenada al fracaso; un perseguidor de la paz interior en una casa de humores tibetanos en Ciudad Juárez; en fin, una tribu de consumidores del exceso y, paradójicamente, del desperdicio. Todos, a su manera, reciben la visita de la angustia o el fracaso.

Este Carlos Velázquez ya no es el mismo que conocimos por La Biblia vaquera o Despachador de pollo frito. Quiero decir: se ha recargado, y de qué manera. Su oído para interpretar los registros más luminosos del habla norteña se ha refinado. Su mirada para reconocer la anomalía que se disfraza de normalidad se ha intensificado. Su sentido de la ironía goza de perfecta salud. Pero ha obtenido una nueva arma: el ejercicio atemperado de la crueldad. El Carlos Velázquez de El menonita zen tiene el pulso firme y helado del francotirador.

Ofrezco solo un caso ejemplar: la trama zigzagueante de “El código del payaso”, el segundo relato de El menonita zen. Dice el narrador: “Existe gente cuya felicidad se finca en la infelicidad de los demás”. No es otra la consigna bajo la cual actúan los dos protagonistas, dos hermanos, uno de ellos tocado por la suerte, el otro por la mala fortuna. Velázquez no solo impone un ritmo de ascensos y caídas estrepitosas; también juega con el lector, que se identifica con el hermano menor, ofreciendo respiros que en realidad son el preludio de otra andanada de golpes. No hay buena voluntad, solo la figura de un escritor que sabe manipular los destinos de sus creaturas.

Así que sean bienvenidos al nuevo parque de atracciones de Carlos Velázquez. La crueldad está incluida en su boleto de entrada.

El menonita zen

Carlos Velázquez | Océano | México | 2023

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.