A Miguel Bosé lo tenía ubicado como un exitoso cantautor pop y resulta que, además, escribe bien. En 2021 publicó El hijo del Capitán Trueno (Planeta) e ignoro si contó con ayuda de algún escritor fantasma, pero el resultado es admirable.
El libro arranca de manera frenética con una escena de crisis familiar, a partir del enésimo pleito entre sus padres, el torero español Luis Miguel Dominguín y la actriz italiana Lucia Bosè. Con el correr de las páginas se mantiene un buen nivel de interés, aunque a las 480 del volumen tal vez le sobran unas cien (¡él ha dicho que eran 800 originalmente!).
El hijo del Capitán Trueno narra la infancia, adolescencia y primeros años de adultez del creador de “Amante bandido”, “Te amaré”, “Si tú no vuelves”, “Amiga”, entre otras canciones.
La autobiografía de Bosé impresiona por la sinceridad con la que habla, sobre todo de sus papás. A Dominguín lo retrata como un ser que fue muy cruel con el hijo primogénito que no cumplió con sus expectativas: la palabra “maricón” aparece aquí y allá porque Miguelito no fue torero ni tampoco cazador. Por el contrario, cometió los delitos de ser aficionado a la lectura, practicar la danza y cantar.
A su madre la retrata como una mujer sensible y cariñosa, pero que solía delegar el cuidado de sus tres hijos en una nana llamada Remedios (mejor conocida como Tata), quien hizo un trabajo estupendo, según se desprende de las palabras del autor.
Cuando Miguel Bosé le dedica un capítulo de su libro a Pablo Picasso, afirma que el pintor estaba enamorado de Tata y que con frecuencia le proponía matrimonio. Eso sucedió cuando Picasso estuvo casado con Jacqueline Roque, quien alguna vez agredió físicamente a la pequeña Lucía, hermana de Bosé.
Las veces que Pablo Picasso le regaló algún dibujo a Miguelito, le pedía que lo ocultara porque Jacqueline era capaz de quitárselo (ella consideraba que su esposo abarataba las obras cada vez que obsequiaba una firmada).
Picasso fue quien sugirió a Bosé que escribiera un diario y luego se lo mostrara a él, para así tener acceso a ideas nacidas de una febril imaginación infantil.
II
El dinero es un personaje importante en la autobiografía de Miguel Bosé. Su padre ganó muchas pesetas y dólares en los ruedos, pues en algún momento fue considerado el mejor torero de su época. Ganó una millonada y se dio el lujo de tener valiosas propiedades urbanas y en el campo, incluso una ganadería de reses bravas que fue un fracaso.
En algún momento, Luis Miguel Dominguín hizo una breve pausa en su carrera taurina. Sin embargo, su padre Domingo González lo convenció de regresar a los ruedos porque los gastos eran muchos. “Las pesetas vuelan como garbanzos en puchero” y “los billetes no caen del cielo”, eran frases que usaba el patriarca para obligarlo a retomar el capote y la muleta.
Hace muchos años, durante una sesión de preguntas y respuestas rápidas, mencioné la palabra “dinero” y Bosé respondió: “Todo el que pueda”. Aprendió bien las lecciones de su abuelo Domingo.
Actualmente, Miguel Bosé está de gira por México y después visitará ciudades de España y Estados Unidos. En el Auditorio Nacional tiene confirmadas cuatro fechas: 14 y 15 de marzo, 23 y 24 de abril.
Llaman la atención los precios de los boletos para verlo en el Coloso de Reforma. Se dirá que los conciertos de figuras extranjeras están cada día más caros y eso es verdad, pero que la gente tenga que pagar por él algo así como 30 por ciento más que por Sting en el Auditorio, es algo ilógico, sobre todo porque la voz de Bosé sigue evidentemente mermada a pesar de sus progresos (como se sabe, casi quedó afónico durante varios años).
Por supuesto que los precios para ver un show son asunto de los promotores, pero tanto peca el que mata a la vaca como el que le agarra la pata. También es cierto que la gente tiene derecho a gastar su dinero como le plazca y aplaudir a rabiar al intérprete y sus coristas.
En serio que por las más recientes visitas de los “ronquitos” Joaquín Sabina y Miguel Bosé ahora sí ya merecemos una disculpa oficial por parte del gobierno español.
III
La infancia de Miguel Bosé fue muy rica no tanto por la fama de sus padres, quienes organizaban grandes fiestas a las que asistían muchas personalidades, sino por haber gozado de la naturaleza en el campo y, también, por el trato con gente sabia y anónima de la provincia en España, específicamente en Saelices, Cuenca, a cien kilómetros de Madrid.
Según narra el cantante, desde niño se involucró en las faenas agrícolas y ganaderas en la Villa Paz que adquirió su padre, además de jugar con sus hermanas y amiguitos en lugares realmente mágicos.
La contraparte de aquel ambiente bucólico era ser testigo del sufrimiento de su madre, quien “apostó por un milagro que no aconteció”, es decir, que el torero dejara de ser el mujeriego que siempre fue.
IV
Cuando entrevisté a Miguel Bosé le pedí que me regalara una imagen de su mamá en un set de filmación. Esto dijo: “Nocturno 29, de Pere Portabella. Una escena en la que mi madre se llenaba los orificios de las orejas, de la nariz, la boca y el pelo con flores de glicina. Recuerdo haber visto rodar esa escena y luego ya en pantalla me impresionó muchísimo. A pesar de haber vivido las cosas que había detrás de aquella imagen, la pantalla me hizo olvidar todo el cartón piedra que había alrededor”.
Y una de su padre: “En Arles. En esa ocasión hizo una faena soberbia, con la maestría que tienen los toreros a esa edad, ya cerca de los cincuenta años. Al final de la corrida, yo estaba con él; se acercó un periodista y me preguntó qué me parecía el toreo de mi padre. Yo dije: ‘Pues que lo puede hacer cualquiera’. Mi padre dijo: ‘Nunca nadie me ha echado un piropo tan grande’. Cuando las cosas se ven fáciles, ya estás hablando del gran arte, como el de Picasso. Tú ves un cuadro de él y piensas que también lo puedes hacer”.
Le pregunté a Bosé si algún día tomó la muleta siendo joven: “Sí, en alguna ganadería, en los tentaderos, porque yo era el heredero, pero lo único que conseguí fue un récord que nadie me va poder quitar: pasé más tiempo en el aire que con los pies en el suelo. La verdad es que me temblaban las piernas, no traía esa información en mi ADN”.
Quise saber qué fue lo más difícil de ser hijo de dos figuras tan conocidas. Respondió entre risas: “¡Sobrevivirlos!”.
V
En El hijo del Capitán Trueno, Miguel Bosé cuenta su primera experiencia sexual, que fue con Amanda Lear en casa de Salvador Dalí. También habla de otras relaciones con mujeres y hombres como el actor Helmut Berger, esta última descrita con lujo de detalles.
En la parte final del volumen, Bosé habla de sus primeros éxitos musicales en Latinoamérica, sus estudios dancísticos en Londres y trabajos actorales en Italia.
La firma de un contrato con una discográfica trasnacional pone puntos suspensivos en la vida del ahora casi septuagenario artista, quien en 2025 cobra más caro que Sting.
VI
Para cerrar, un breve juego de asociación de ideas que tuve con un Miguel Bosé cincuentón.
Destino: “Para bien o para mal”.
Laberinto: “Perderse”.
Instinto: “A seguir”.
Sinceridad: “Cueste lo que cueste”.
Huerto: “Zen”.
Poesía: “Con pinzas”.
Chavela Vargas: “Irrepetible”.
Balsa: “Muro”.
Prozac: “Terrorismo”.
Un platillo: “Tortilla de patatas”.
Una bebida: “Agua”.
Una droga: “Tequila”.
Un torero: “Tres: José Tomás, Ponce y Joselito”.
Pereza: “Estupenda”.
Cri-Cri: “El ratón vaquero”.
Viagra: “No necesito”.
AQ