Mítikah: la bella arquitectura invasiva

Doble filo

“Finalmente, somos arquitectos y no podemos salvar al mundo”, dijo Bernhard Karpf, uno de los arquitectos responsables del complejo ubicado en Coyoacán.

Vista de la torre Mítikah, en Coyoacán. (Foto: Juan Carlos Bautista | MILENIO)
Fernando Figueroa
Ciudad de México /

Hace diez años entrevisté al alemán Bernhard Karpf, uno de los arquitectos responsables del complejo de usos mixtos Mítikah. En aquel momento no imaginé todo lo que esa construcción traería consigo.

Una cosa es que te digan que un proyecto incluirá a la torre más alta de la Ciudad de México y otra muy distinta padecer el deterioro del entorno. No vivo en el sufrido pueblo de Xoco, pero soy un asiduo visitante de la Cineteca Nacional y de los Viveros de Coyoacán, así que casi me considero vecino de ese rumbo.

Dos salvajes talas de árboles en la calle Real de Mayorazgo (una en mayo de 2019 y otra en octubre de 2021) fueron el colmo de las irregularidades en torno a ese megaproyecto urbano.

Interiores del centro comercial Mítikah. (Foto: Juan Carlos Bautista | MILENIO)

Al platicar con el arquitecto Karpf no abordé directamente el aspecto invasivo de esa monumental obra, pero sí le mencioné la preocupación de muchos mexicanos por el hecho de que el despacho para el cual trabajaba (Richard Meier & Partners) fuera a construir al mismo tiempo un hotel en los manglares de la Riviera Maya. Su respuesta fue clara: “Puedo entender esa preocupación. Sucede que un cliente viene con nosotros y pregunta si queremos hacer un hotel en un manglar. Nuestra reacción es decir que sí, pero proponemos un proyecto que respete al máximo el entorno. Es lo que nosotros podemos hacer al respecto. Finalmente, somos arquitectos y no podemos salvar al mundo”.

Aquella entrevista fue en un hotel de Paseo de la Reforma y por eso le pregunté qué le parecían los nuevos edificios de esa avenida. Contestó: “Cada vez me parece mejor la arquitectura de esta zona. Es bueno tener la mayoría de los rascacielos por aquí y dejar libres espacios importantes como el Centro Histórico”.

En ese momento debí decirle que la esquina de Río Churubusco y Avenida Universidad no me parecía el mejor sitio para Mítikah, pero no lo hice.

Protesta contra apertura de la torre el 23 septiembre de 2022 (Foto: Juan Carlos Bautista | MILENIO)

Al despacho Richard Meier & Partners le tocó diseñar el plan inicial y estructural del proyecto completo, aunque sólo la realización de la Torre M de oficinas, de 38 pisos y 175 metros de altura, una especie de hijo que va de la mano de su madre gigante de 68 pisos y 267 metros (Torre A). Esta última corrió a cargo del despacho del arquitecto argentino César Pelli (1926-2019). Cuentan con alrededor de diez mil cajones de estacionamiento para otros tantos automóviles que se sumarán a los congestionamientos viales de la zona. El costo total de las obras fue de mil cien millones de dólares.

La Torre M, según me comentó Karpf, “básicamente es un edificio de vidrio. La parte que da a la avenida (Río Churubusco) es como un escudo y la parte trasera es algo más sencilla. Es muy conocida la idea de nuestra compañía respecto a la luz y el color blanco. Queremos pensar que no sólo construimos con acero y concreto sino también con la luz. La luz es la quintaesencia de lo que los seres humanos necesitamos para vivir, comunicar, ver y disfrutar. A lo largo del tiempo hemos aprendido a ver la luz no sólo como un elemento estético y poético sino también como generador de energía para edificios eficientes”.

La torre más grande, semicircular, también cuenta con una atractiva estructura exterior de vidrio y contiene 600 departamentos más un paquete de atracciones exclusivas para sus habitantes.

Actualmente, Bernhard Karpf ya no trabaja en el despacho de Richard Meier, quien obtuvo el prestigioso Premio Pritzker en 1984. El movimiento #MeToo llegó a esa oficina en Nueva York donde algunas mujeres acusaron de acoso a Meier, quien aceleró su propio retiro. La firma perdió algunos clientes y donaciones, pero continúa funcionando con una nueva denominación: Meier Partners.

En mi más reciente visita a la Cineteca, me ganó la curiosidad e ingresé al ya estrenado centro comercial de cinco niveles y 280 locales, muchos de ellos aún sin funcionar. La agradable sensación de aislamiento que produce la arquitectura es el marco ideal para que los paseantes y compradores compulsivos le den rienda suelta a su inagotable ansiedad. Ahí tienen las condiciones ideales para eso, incluso pueden meter a sus mascotas y no faltan quienes las llevan sin bozal.

Por un momento me olvidé de la tala de árboles, pero una pasadita a los baños me regresó a la realidad. Al utilizar el mingitorio noté que no colocaron artefactos para trabajar en seco sino a la vieja usanza, con un chorro de agua. Se supone que cuentan con plantas para su tratamiento, pero de cualquier manera el gasto en todo el complejo debe ser brutal. Algunos vecinos de Xoco dicen que siempre han tenido problemas de suministro de agua, pero ahora están peor que nunca. 

La belleza del conjunto arquitectónico, que también incluye un hospital, está a la vista, así como la bendita generación de empleos, pero es muy alto el impacto contra el medio ambiente y la sana convivencia vecinal.

Lo que sigue es el derrumbe de la plaza Centro Coyoacán y de lo que alguna vez fueron las oficinas de Bancomer en Avenida Universidad. Seguramente vendrán nuevas construcciones faraónicas en esos terrenos.

¿Alguien sabe dónde quedan las medidas de mitigación ambiental en una zona residencial como esa o hay que activar el GPS?

AQ

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