El extravío es el signo bajo el cual transcurren los siete relatos de No nos vamos a morir mañana (UANL). Sus protagonistas, y quienes comparten sus miserables existencias, no encuentran nunca la manera de enfrentar sus pesadillas, fracasos o desvaríos. No tienen más remedio que andar a la deriva, siempre a trompicones, como si sus resoluciones carecieran de sentido. Son la imagen resuelta del individuo que se sabe perdedor, y, peor aún, inservible, antes de comenzar la partida.
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El relato inicial. “El segundo lugar”, marca ese derrotero. He aquí a un profesor sin pretensiones que evoca el año en que un gordo holgazán le arrebató el primer lugar en el quinto curso de primaria. Por ese entonces, dice el narrador, “Sintió que su vocación de invisible estuvo firmada”. Esa sensación de inutilidad, o de saberse remplazable, frente al mundo se extiende por todo el libro, como si no hubiera otro horizonte que el de resignarse a ser una molestia para sí mismo y, por supuesto, para todos.
Aunque Geney Beltrán imagina un país ocupado por las tropas estadunidenses (“No nos vamos a morir mañana”) o a una Ciudad de México donde la mitad de sus habitantes ha contraído una extraña enfermedad (“Sudor”), es decir, aunque a ratos especula y aun explora el terror, se mueve por los terrenos del realismo psicológico de un modo conscientemente tradicional. Las inseguridades, las vacilaciones ante la paternidad o la vida en pareja, los temores que se proyectan en sueños, los odios viejos, las debilidades, se exponen con claridad — diríamos— fisiológica: vemos la sangre envenenada, la cojera fingida, los fluidos amarillentos como materializaciones de un estado de ánimo.
Distintos en sus propósitos y en sus escenarios —Culiacán, la Gran Urbe—, los relatos de No nos vamos a morir mañana comparten, sin embargo, una misma atmósfera opresiva. Parece que todas las puertas están cerradas, que todos los caminos llevan a ninguna parte, que no hay acción que valga porque siempre hay alguien más empuñando un arma.
Los seres del subsuelo que se agitan en vano por las páginas de No nos vamos a morir mañana no solo presienten, sino que procuran su ruina existencial. Son desgraciados, viles y atormentados por elección.
No nos vamos a morir mañana
Geney Beltrán | UANL | México | 2024
AQ