Muriel Ricard: la otra joya de los Laboriel

Doble filo

La actriz y cantante francomexicana, quien actualmente se presenta en el espectáculo de cabaret Angélique, juega ping-pong con Laberinto.

Muriel Ricard en 'Angélique'. (Foto: Pili Pala)
Fernando Figueroa
Ciudad de México /

Si hubiera una competencia de dinastías mexicanas de la cultura y el espectáculo, seguramente la familia Laboriel subiría al podio por tanto talento acumulado.

La historia comienza con el actor, cantante y compositor hondureño de raíces garífunas Juan José Laboriel y su esposa Francisca, actriz de la misma nacionalidad. En la Época de Oro del cine mexicano viajan a nuestro país y aquí nacen sus hijos Juan José (Johnny), Francis (Fanny), Esperanza (Ella o Ela) y Abraham.

Johnny Laboriel fue una popular figura del rock en español y sus hermanas Ella y Fanny también incursionaron en el canto y la actuación. Abraham es un bajista de grandes ligas que ha participado en cientos de grabaciones, incluyendo discos de Michael Jackson, Madonna, Elton John, George Benson, Henri Mancini, Quincy Jones y un largo etcétera. Su hijo Abe es el baterista de Paul McCartney.

Johnny procreó al guitarrista Emmanuel y al baterista Juan Francisco. Ella Laboriel es la mamá de Muriel Ricard, actriz y cantante que estudió teatro en la Sorbona de París, además de una especialización en voz escénica; es maestra de actuación y técnica vocal en la UNAM y en una escuela privada.

El padre de Muriel era un arquitecto francés que estudió cine y fue escenógrafo e iluminador. Se apellidaba Fouilland Ricard y vino a México como periodista en 1968 para cubrir los conflictos sociales de nuestro país. Su hija inició la carrera artística con el nombre de Muriel Fouilland y luego prefirió utilizar Ricard por ser más fácil de pronunciar.

Muriel Ricard ha participado en obras de teatro clásicas, contemporáneas y experimentales. Fue parte del elenco de la célebre telenovela Mirada de mujer y actualmente presenta en el teatro El Granero, del Centro Cultural del Bosque, el monólogo cabaretero Angélique, escrito por Eduardo Castañeda.

Angélique narra la historia de una cantante francesa, mulata, que llega a la Ciudad de México en 1959 y se topa con un país lleno de colores donde las personas de piel oscura son casi invisibles. Entre standards interpretados con gran solvencia, la protagonista narra pasajes divertidos y trágicos de su vida. La acompaña un estupendo cuarteto en canciones como “La vie en rose”, “Bésame mucho”, “Summertime” y “La llorona”, entre otras. Los arreglos musicales son de Georgina Enríquez (piano), con César Solís en el bajo, Ulises Tello (saxofón) y David Iracheta (batería).

La obra tiene una interesante vuelta de tuerca al final y se presenta de viernes a domingo. El 17 de julio finaliza esta breve temporada con develación de placa por 100 representaciones.

La primera función de Angélique se llevó a cabo en 2015, en el Foro A Poco No. También se ha presentado en La Gruta del Centro Cultural Helénico, Teatro Bar El Vicio, Centro Nacional de las Artes y Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.

El domingo pasado, en el día de su cumpleaños, Muriel jugó ping-pong con Laberinto.

—¿Qué es la voz?

Es aliento.

—¿Qué es cantar?

Tocar el cielo en la tierra.

—¿Qué es el silencio?

Es dormir.

—¿Qué es la técnica?

Toda la ayuda que puedas conseguir.

—¿Qué es actuar?

Toda la vida.

—Algo que un maestro no puede enseñar.

A aceptarte.

—La mayor virtud de un alumno.

Tomar riesgos.

—¿Shakespeare ya lo dijo todo?

Sí.

—Un dramaturgo mexicano.

Luisa Josefina Hernández.

Angélique en el Teatro de la Ciudad.

A pesar de ser un lugar grande, fue una función muy prendida.

—¿Y en la Feria de San Marcos?

Fue un entorno complicado, de gran verbena, pero finalmente resultó estupendo.

—¿Te hicieron bullying en la primaria por el color de tu piel?

En la primaria, en la secundaria y en la preparatoria. El racismo en México es el pan nuestro de cada día, aunque está muy velado, por debajo del agua. En Francia puede ser mucho más violento si te topas con un skinhead de malas. En Angélique tratamos el tema con cierto humor, porque yo no quería aparecer como una víctima.

—Un reventón memorable en París.

En Pigalle, un día de Halloween que ellos no celebran: toda la bola de estudiantes de teatro disfrazados y mucho vino hasta la madrugada. Hasta nos topamos con DiCaprio que andaba filmando por allá.

—Un concierto memorable como espectadora.

Tres: mi tío Abraham en el teatro Ángela Peralta, Concha Buika en la Sala Nezahualcóyotl y Juan Gabriel en el Auditorio Nacional.

—El día más feliz de tu vida.

Cuando se estrenó Quebranto, con dirección de Abraham Oceransky, y yo tenía 14 o 15 años. Ahí me di cuenta de que lo mío era el teatro.

—Y el más triste.

Cuando murió mi papá.

—Una lección de la pandemia.

Muchas: ser más empáticos, saber escuchar, tratar de vivir con más calma.

—Tu definición de felicidad.

Una combinación de alegría y tranquilidad.

—Abraham Laboriel en una frase.

Un hombre lleno de amor, talento y genialidad.

—Johnny Laboriel en tres palabras.

Diversión, pesadumbre, afinación.

—Abe Laboriel en dos.

Fuerza, contundencia.

—Ella Laboriel en una.

¡Mamá!

—Un poeta extranjero.

Rimbaud.

—Uno mexicano.

Sor Juana.

—Un gusto musical culposo.

Ricardo Montaner.

—Cuando te asomas al espejo, ¿ves a una actriz, una cantante o qué?

Una artista feliz, aunque algo cansada.

—Música para tu último día de vida.

Mucho jazz.

AQ

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