La ultraderecha al ataque: “No al comunismo en México”

Análisis

Desde abril de este año, diversos grupos del “México bonito” han desfilado con sus automóviles en diferentes ciudades del país para enfrentarse a un gobierno que les despierta temores y, según ellos, amenaza sus costumbres e históricos privilegios.

Integrantes del Frente Nacional AntiAMLO se manifestaron en diversas avenidas de la ciudad. (Foto: Jesús Quintanar | MILENIO)
Carlos Illades
Ciudad de México /

El cartel en el parabrisas de un auto en una de las cinco caravanas automovilísticas del Frente Nacional AntiAMLO (FRENA) advertía sobre esa espantosa eventualidad. La alarma la había activado Pedro Luis Martín Bringas, hasta entonces integrante del consejo de administración de Soriana, en un breve video que comenzó a circular en las redes sociales el 9 de mayo donde convocaba a personas de todos los partidos, clases sociales, sectores del país y empresarios a cerrar filas para forzar la renuncia del presidente. Captando al vuelo la experiencia de la pandemia, el vocero del Frente disparó su razonamiento: “así como el coronavirus no respetó a ricos, pobres, estudiantes, profesionistas, queremos que el FRENA sea el detonante para que antes del 1 de diciembre el señor López Obrador se vaya a su casa y a su país”. Notábamos que el presidente tenía un acento peculiar, pero desconocíamos la independencia de Tabasco o que, como Obama, la derecha nativista también pusiera en duda la nacionalidad del Presidente.

Gilberto Lozano fundó FRENA en abril de 2020. El empresario neoleonés confrontó al gobierno lopezobradorista desde el principio. A nombre del Consejo Nacional Ciudadano, “organización ciudadana apartidista que busca derrumbar el sistema político mexicano para ir al México nuevo”, el expresidente del grupo Alfa presentó una denuncia por traición a la patria contra López Obrador en la Cámara de Diputados en mayo de 2019. A escasos seis meses del nuevo gobierno, el exdirector de FEMSA llevaba contabilizadas 20 acciones presidenciales lesivas del interés nacional, tales como la reforma a la reforma educativa y la apertura de la frontera sur a la migración centroamericana. En marzo de 2020, el exdirectivo de los Rayados de Monterrey volvió a la carga con un video en el que conminaba a López Obrador a abandonar el cargo por su manifiesta incapacidad: “Esperamos que tengas la dignidad de que, si la yegua te quedó grande, que te largues, te retires y renuncies con dignidad (…) Con respeto te digo, mañana en la mañanera quiero oír resultados, no excusas”. Olía a un despido sin indemnización.

Políticamente intrascendente, la protesta pública de FRENA muestra valores, prejuicios y conductas de las clases medias y altas compartidos por mucho más ciudadanos que los participantes en las caravanas, además de documentar la debilidad congénita que ha lastrado a la ultraderecha mexicana, prácticamente imposibilitada de tener interlocución con las clases populares y conformar un movimiento de masas. Carteles, videos y tuits servirán para adentrarnos en este universo ordenado a partir de las fobias comunes, del terror del México bonito a la inversión de los roles sociales de un orden presuntamente natural y los resabios ideológicos de la Guerra fría que, adheridos en recónditos lugares de las buenas conciencias reaccionan frente a la amenaza comunista, siempre acechante de la patria criolla, amagándola con soliviantar a la plebe.


Tomar el coche

Por medio del hashtag #AMLOVeteYa el Frente convoca a efectuar cada dos sábados caravanas de automovilistas en las principales ciudades del país. Una forma de ocupar la calle sin ser uno más; marca y modelo del coche cual seña de identidad, esto es, la peculiaridad que agrupa y establece al mismo tiempo la diferencia con quienes están fuera. El 30 de mayo fue la primera parada motorizada. Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey las capitales del Bajío, Chihuahua Veracruz, Puebla, Morelia, Cuernavaca, Mérida y Acapulco acudieron al llamado de FRENA. De acuerdo con la prensa, 500 automóviles armaron un contingente de dos kilómetros que partió de la glorieta de la Minerva para llegar a la de los Niños Héroes en la capital tapatía. “Fuchi guácala” y “Te vas, me canso ganso” decían algunas cartulinas colgadas de las puertas y ventanas de los autos. En el puerto de Veracruz, Ciudad de México y Morelia, las pancartas fueron acompañadas de banderas nacionales y claxonazos, marchando en la capital federal alrededor de 600 coches. “No queremos un dictador”, se leía en una van en Puebla. Y los 50 vehículos que se sumaron en Acapulco bloquearon intermitentemente la costera Miguel Alemán.

La manifestación motorizada del 13 de junio incorporó motocicletas sin restar protagonismo a los autos de lujo, pues los de medio pelo eran puro relleno. Destacó en la caravana del 30 de junio la nutrida participación regia. De cinco de los 13 municipios de la zona conurbada partieron los vehículos hacia Monterrey. Puebla brilló en la jornada del 11 de julio con un recorrido ida y vuelta a la ciudad partiendo de la zona comercial Angelópolis. Claxonazos y banderas tricolores dieron colorido a la protesta poblana con carteles que clamaban “Comunismo no”, “AMLO estás despedido”, “López Obrador vete de México”, “López al penal” y “Todos somos México”. La procesión vehicular del 26 de julio, que en Ciudad de México circuló por el paseo de la Reforma, motivó la autocrítica por la exigua concurrencia: “Siendo realistas, si esta quinta caravana no salimos millones a las calles, nos merecemos el chavismo”. El sombrío balance en el sitio de FRENA consideró la posibilidad de que ésta fuera la última. Quizá por esa razón al comenzar agosto activó el hashtag #OcupaLaPlaza, y eso hicieron decenas de manifestantes al comenzar agosto.


“AMLO no dividas a los mexicanos”

La fantasía compartida por los activistas de FRENA es que la mexicanidad es una esencia exenta de contradicciones. Si el conflicto emerge es a consecuencia de algún actor insidioso quien lo siembra en una comunidad sin fisuras. Los mexicanos que cuentan son ellos o los que aspiran a llegar a ser sus iguales. A ese “pueblo de México”, uniformado por las creencias y el poder adquisitivo, que fervorosamente entona el himno nacional al final de la parada automovilística, lo rodea la gente común, el mosaico costumbrista que habita el paisaje urbano de los más favorecidos, les sirve, los provee y también les estorba. Cada cual está en el lugar correspondiente y la armonía social descansa justamente en ello. Si ese orden natural e inamovible se rompe sobreviene el conflicto. Y esto únicamente puede ocurrir por un impulso externo, pues se asume que México así ha sido siempre.

El rótulo del sitio oficial de FRENA al video de una concentración en el centro de Guadalajara, en la que sólo se aprecian rostros blancos, muestra el ilusorio ecumenismo social del movimiento: “Vean cuando los empresarios, obreros, campesinos, empleados, ya dejan de seguir las reglas de sus cúpulas tibias y pusilánimes”. Otra evidencia ofrecida por FRENA del supuesto pacto interclasista que exige la renuncia del presidente, es la fotografía de una mujer indígena con un niño en el regazo. Castigada por el sol, con un cubrebocas improvisado, la madre ofrece mazapanes a los automovilistas mientras levanta con la otra mano un cartón donde se lee “Fuera AMLO”. Es la imagen de la fractura expuesta de la sociedad mexicana, la división que precede a la existencia de la nación, presente mucho antes de que el discurso político la nombrara. El statu quo se siente acorralado.


“Quiero un lugar donde mis sirvientas no sean mi autoridad”

La inversión de las jerarquías les aterroriza simplemente como hipótesis. Si las trabajadoras domésticas mandarán, ¿quiénes se ocuparán del quehacer? Ni modo que nosotros, ni siquiera durante la pandemia. A ese escenario inaudito del hogar se añade la consecuencia política de la mudanza de posiciones sociales: el gobierno. La servidumbre, que ni seguridad social alcanza y la situación dependiente le negó derechos políticos en los albores del Estado nacional, decidirá sobre lo público, gobernará el país. Su ignorancia y falta de modales, es decir, la incultura, devendrá seguramente en despotismo (la plebe insurrecta), avivado todavía más por el resentimiento ancestral.

Si la cultura es la antítesis de la naturaleza, los manifestantes reprueban en la servidumbre esta condición natural impenetrable al progreso, pero también consideran el orden social natural e inamovible en el que unos mandan (ellos) y otros obedecen (quienes no son como ellos). Dado que la subordinación es la única relación concebible para la articulación social, ese “quiero un lugar donde mis sirvientas no sean mi autoridad” resuena justiciero, coloca a cada cual en donde debe estar.


“No al comunismo en México”

“¡Primero los pobres, dijo López, pero nunca expresó primero en qué!” A esa esperanzadora duda muchos le pusieron nombre: comunismo. El lobo rojo con piel populista. Lenin (o Stalin) renacido en López Obrador. Abundan las frases extraídas del baúl de la Guerra fría: “La capacidad destructiva de este cerdo comunista”; “Amigo, amiga de cualquier partido político o religión que amas tu familia únete a frena y defiéndela de este ataque comunista”; “Bien mexicanos, con la ayuda de la Virgen de Guadalupe nos libraremos del comunismo”; “No al socialismo del siglo xxi en México”.

La contundencia verbal trasmina el pavor hacia quien nos quitará la patria, dañará la familia, acabará con nuestra religión e implantará la tiranía. La mitología anticomunista intacta no obstante la desaparición del bloque soviético hace 30 años. Parece que esta incipiente ultraderecha necesita un antagonista para corporizar sus temores en un ente identificable y aversivo, además de atajar el hipotético empoderamiento de los subalternos con lo que considera la sustancia de la mexicanidad (la Virgen morena, la familia tradicional, la bandera y el himno). Esto sirve también para deslegitimar al enemigo y achacarle la rotura del tejido nacional. “Todos somos México”, he allí el problema.

ÁSS

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