Los museos: ¿deben cambiar para sobrevivir al covid-19?

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Estos espacios de la memoria histórica y artística preveen un futuro sin grandes exposiciones y escasos públicos y patrocinios.

Museo Universitario de Arte Contemporáneo. (Foto: Araceli López | MILENIO)
Miriam Mabel Martínez
Ciudad de México /

Para muchos, los museos son un espacio democratizante. Una vez que se entra nos convertimos en visitantes. Allá adentro somos observadores de otros mundos. Somos nosotros —con nuestros contextos, bagajes, dudas, curiosidades, ignorancias, prejuicios—, abiertos a contemplar. Quizá por eso nos sentimos seguros. Quizá por ello también extrañamos recorrer sus discursos y narrativas. Nos gustan los museos porque nos hacen sentir en casa y nos invitan a pensar. Allá adentro somos iguales aunque veamos distinto, y esta posibilidad de discrepar mantiene saludablemente tensa la relación museos-públicos.

“Los museos no tienen fronteras, tienen una red”, ha sido el lema del Consejo Internacional de Museos (ICOM) durante este periodo con el fin de acompañarse y compartir preocupaciones y soluciones. No es la única instancia, pero desde 1946, año de su fundación, sí la más sólida. Su experiencia y diversidad es hoy uno de los soportes tanto como la creatividad, la inteligencia y el compromiso de los directores de museos, que defienden la permanencia de estos espacios. Hoy el confinamiento global ha exhibido su vulnerabilidad.

¿Qué implica este cierre? Entrevistamos a Antonio Saborit, director del Museo Nacional de Antropología (MNA), y a Amanda de la Garza, directora del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), dos museos clave en la historia de la cultura mexicana que, desde sus inauguraciones —el primero en 1964; el segundo, en 2008—, más que romper paradigmas sembraron líneas de acción.

Antonio Saborit considera que “la mera sobrevivencia es el único tema, o debiera serlo. Desde el momento en el que seis o siete meses atrás el confinamiento fue la primera opción para hacer frente a este virus, debió ser clara la gravedad de la situación. El covid-19 es un hecho, no una crisis; aunque su presencia, evolución y fortaleza son elementos que apuntan hacia situaciones críticas. ¿A qué se enfrenta el museo? A lo mismo que enfrentan todos los días, y desde su fundación, los archivos, las filmotecas, las bibliotecas, las hemerotecas, las fonotecas, las fototecas, de hecho, todas las herramientas de nuestra memoria, incluso las universidades y las escuelas; se enfrentan al riesgo de la pulverización”.

De acuerdo con el informe “Museo, profesionales de los museos y covid-19” del ICOM, realizado entre el 7 de abril y el 7 de mayo de 2020, 12.8 por ciento de los 85 mil espacios registrados por esta instancia (1 de cada 8 espacios en el mundo) no reabrirá y poco más del 19 por ciento ignora si lo logrará. A pesar de que muchos espacios cuentan con apoyos gubernamentales, como el MNA, que pertenece al Instituto Nacional de Antropología e Historia, o el MUAC que, como comenta Amanda de la Garza, “si bien es un museo público, tiene el financiamiento asegurado para operar y desarrollar proyectos con el presupuesto que asigna anualmente la UNAM. Sin embargo, hacemos un trabajo muy amplio de recaudación de fondos. Sabemos que el entorno se hará más difícil en los próximos meses, porque las compañías y los benefactores tradicionales quizá serán más cautelosos en las donaciones. Muchas de las fundaciones, que son parte de los corporativos de las empresas, están redirigiendo sus apoyos a otros sectores. Éste es uno de nuestros retos. No sólo seguiremos insistiendo, sino que redirigiremos nuestro foco a apoyos y convocatorias internacionales. Por la escala de nuestros proyectos, requerimos un financiamiento extraordinario para seguir con otras tareas, como la conservación y adquisición de obra. En ese sentido, el patronato ha estado muy activo en la generación de iniciativas para el museo y para los proyectos que están por venir”.

A partir de la declaración de la pandemia del covid-19, mucho se ha discutido sobre el futuro inmediato de los museos, sobre si será el punto de inflexión para actualizar la definición de museo que se propuso el año pasado, durante la 139º sesión del ICOM, celebrada el 21 y 22 de julio. ¿Es el momento?

“No sé si los museos están en crisis”, comenta Saborit, “pero si lo están, cosa que dudo en términos generales, en nada se compara con la crisis sanitaria que hoy nos impide conversar frente a frente. No entiendo por qué en este momento el museo debiera replantear su definición; me parece que, de hacerlo, corre el riesgo de terminar como Porthos, quien por detenerse a reflexionar cómo era posible que pusiera una pierna delante de la otra, en lugar de correr como sabía hacerlo, murió bajo los escombros de la bomba que él mismo había colocado segundos antes”.

Antonio Saborit, director del Museo Nacional de Antropología. (Foto: Javier Ríos | MILENIO)

Esta misma celeridad ha movido las redes de los museos, motivado conferencias, ensayos, artículos que vislumbran, entre otros cambios, el fin de las salas abarrotadas, de las largas filas para entrar, y vaticinan la desaparición de las exposiciones blockbuster, que irrumpieron en la década de 1960. Aunque ya en los años treinta del siglo pasado las retrospectivas de Picasso y Van Gogh habían sugerido la fórmula, no fue sino hasta 1963 cuando el cuadro estelar del Louvre, la Gioconda de Leonardo Da Vinci, fue prestado a la National Gallery de Washington, que recibió dos millones de visitantes.

El MNA ha tenido también sus taquillazos: China imperial: Las dinastías del Xi'an (2000), Egipto faraónico (2004), Mayas, el lenguaje de la belleza (2017) o Los códices de México, memorias y saberes y la pieza “Círculo de animales, cabezas del zodiaco” de Ai Weiwei, que se presentaron en el marco de los 50 años del MNA.

“Ha habido muchísimas declaraciones de directores y personalidades del ámbito de los museos diciendo que este modelo se terminará; estas declaraciones no están asociadas a una transformación tan profunda de la idea de museo sino a consideraciones económicas. Los museos estamos reflexionando sobre el ethos de nuestras lógicas, sobre lo que significa ser un museo. La realidad nos está diciendo que debemos pensar de otra manera nuestro papel dentro de una crisis social; es decir, cuál es nuestro papel dentro de la sociedad y cómo pensarnos como entidades que no están aisladas del resto de la sociedad y que no pueden estar aisladas, porque tienen una relevancia en término de discurso. Las lógicas de cooperación entre museos cambiarán; los esquemas de coproducción internacional se dificultarán porque hay un entorno muy inestable sobre la movilidad, y seguramente las aseguradoras cambiarán los términos de sus pólizas. En este sentido, quizá los blockbusters se detendrán por algún tiempo debido a la lógica de las empresas que los patrocinan, a las cuales les interesa participar debido al nivel de visibilidad e impacto que tiene una exposición de ese tipo. Será un proceso de adaptación”.

Más allá de las exposiciones temporales, nacionales o internacionales, están los acervos que resguardan los museos. Como señala Saborit: “muchos de ellos, si no es que la gran mayoría, se deben al contenido de sus salas permanentes, y no tienen ni presupuesto ni espacio para mostrar temporalmente el ejercicio de reflexión de alguno de sus curadores a partir de las colecciones del mismo recinto. Y por lo demás, diría que cada exposición aparece originalmente en la imaginación de sus creadores como una oportunidad de reordenar el universo. Todo el tiempo, en otras palabras, se piensa en nuevas estrategias narrativas para las exposiciones. Unas funcionan mejor que otras, desde luego. De un tiempo a esta parte pesa mucho el deseo de incorporar sofisticada juguetería tecnológica, y muchas veces la he visto dominar e imponerse al mero relato hasta transformar la sala en un ridículo showroom. Esto no me interesa”.

Sin embargo, existen compromisos que se quedaron en pausa, como la muestra Tercerunquinto, que previamente se expuso en el Museo Amparo de Puebla y en el Marco de Monterrey, curada por Cuauhtémoc Medina y Taiyana Pimentel, “aunque con piezas distintas”, señala De la Garza.

“Se moverá de fechas y se extenderá al igual que la muestra de Cecilia Vicuña, que estuvo muy poco tiempo —se inauguró en febrero y cerramos a mediados de marzo—. Lo mismo sucederá con la de Manuel Felguérez. Estamos privilegiando los proyectos nacionales y hemos pospuesto los internacionales para el próximo año, entre otros motivos porque la UNAM está siendo muy cautelosa con recibir visitantes extranjeros y a su vez que nosotros, por motivos de trabajo, viajemos al extranjero”.

Para Antonio Saborit, la mayor aportación de los museos en este momento es “haber cerrado sus puertas”. También señala que hoy todo es prioritario y nos invita a la reflexión: “Hay que encontrar las modulaciones de lo urgente para evitar que, como suele suceder, se trague lo importante”.

Y desde el encierro, Amanda de la Garza también apunta que uno de los beneficios, si pudiéramos llamarle tal, “es que nos hizo entender qué significa tener un programa digital, que implica una producción de contenidos y no sólo de difusión de las actividades del museo. El aprendizaje ha sido enorme y no creo que vaya a cambiar. El mundo no volverá a la normalidad que conocíamos ni siquiera en términos de propuestas digitales. Tenemos que conocer más de nuestros públicos, de las dinámicas de las redes, entender cuál es la negociación que se hace con las redes sociales, cómo aprovechar estos lenguajes para empujar nuestros contenidos sin estar sometidos a la lógica de consumo de las redes. Y justo para entender cómo la nueva generación de contenidos impacta en los públicos y si estos realmente dicen lo que pensamos que están diciendo, estamos investigando, trabajando y haciendo una barra de programación estructurada que utilice diversas plataformas dirigidas a nuestros públicos. Una de estas líneas es la Sala 10, dedicada al video” que, por cierto, en este mes presenta una pieza de Teresa Margolles.

Amanda de la Garza, directora del Museo Universitario de Arte Contemporáneo. (Facebook: Amanda De La Garza)

Junto a la gestación de plataformas digitales y sus futuras configuraciones hay un problema que Saborit entrevé y se ha atendido poco:

“Ahora mismo muchos museos tuvieron que interrumpir los procesos de digitalización de sus acervos, los cuales redundarán en una circulación más amplia de los contenidos. No se ha podido seguir trabajando en esta tarea. Esto es muy serio”.

Asimismo, en el MUAC se trabaja, desde hace ya varios meses, en un protocolo muy estricto sobre el resguardo de las colecciones; por ejemplo, en el análisis de los productos que se utilizan para desinfección que, como comenta Amanda de la Garza, “pueden ser abrasivos para las obras, entre otras cuestiones por los vapores que afectan químicamente los componentes de las obras. En este sentido, hemos sido muy prolijos. Nuestro restaurador, Claudio Hernández, ha hecho una investigación muy seria entre sus pares, con quienes comparte experiencias, prácticas y avances”.

Ante la pregunta ¿cuál es el área de oportunidad que presenta esta pandemia?, el doctor Saborit responde: “El museo no es una empresa ni un individuo, de ahí que me resista a pensar en áreas de oportunidad. Los defectos del museo deben corregirse, pues ante ninguno de nosotros aparecen como rasgos que puedan tener algún provecho, y el sistema de gestión lo fortalecen todas y cada una de las actividades que participan en la realización de su misión. El museo no es una agencia funeraria. Su apuesta está del lado de la celebración de la vida, ya sea por medio de la docencia o de la construcción de nuevos saberes fundados en la investigación”.

Y si bien, como señala el director del MNA, el museo como institución ha crecido, “como siempre, a contracorriente, aún falta crecer más en la consolidación de la estructura financiera”. La directora del MUAC considera que el museo debe hacer de lado cierta ingenuidad que lo ha frenado para asumir el cambio y aceptar ser cuestionados.

“Los museos son espacios públicos donde se construyen debates, como en los de arte contemporáneo donde las piezas a veces confrontan ciertas ideas y concepciones, hacen crítica política, crítica de las condiciones y del statu quo, o abordan temáticas que producen conflicto en la sociedad. En este sentido, los museos deben asumir su condición de espacios de poder y aceptar que tienen una historia vinculada con el poder, razón por la cual muchos espacios —quizá más los antropológicos, arqueológicos e históricos— están siendo cuestionados. Creo que los museos no han hecho lo suficiente en materia de diversidad, no sólo de los contenidos sino de las estructuras institucionales; tampoco han asumido las responsabilidades de enfrentarse a un mundo que está cambiando y cuestionando los orígenes coloniales”, plantea De la Garza.

¿Qué pasará? Algunos museos europeos ya han abierto. El Metropolitan Museum de Nueva York anunció esta semana que reabrirá el 29 de agosto. En la Ciudad de México se prevé la reapertura para septiembre. Los protocolos a nivel internacional se siguen ajustando y, sin embargo, como señala Saborit:

“En estos meses hemos estado trabajando a puerta cerrada, pero hasta esta expresión es figurada. Realizamos nuestro trabajo en casa, no en el museo, a veces de manera colectiva y otras de manera individual. ¿De verdad hay una mejor manera de aprovechar la coyuntura que el plantearnos no sólo sobrevivir, sino sobrevivir juntos?”.

Quizá hoy la misión más importante del museo sea precisamente, como lo afirma Antonio Saborit, “enfrentar los momentos de excepción como el que estamos viviendo”.

SVS | ÁSS

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