Ni relato, ni novela, ni crónica, ni memoria, sino sólo una historia: eso es No (FCE), según advierte el mismo Ricardo Chávez Castañeda. ¿Hemos de creerle?
En sus inicios, No es un homenaje, aderezado con un sentimiento de culpa, a Ignacio Padilla. Unas páginas más tarde encontramos el presunto motivo de la escritura: el esclarecimiento de la violación y el asesinato a puñaladas de una joven de quince años a manos de cinco agentes de la policía judicial. El hecho es monstruoso y marca a la familia del autor pues uno de sus primos fue testigo inerme del asesinato, molido a golpes y abandonado en los márgenes de la presa Madín, curioso lugar de recreo y fosa común de Naucalpan. “La actualidad de nuestro México sembrado de cadáveres”, escribe Chávez Castañeda, “proviene de una sola historia, la historia que dio comienzo como rumor y luego dio alcance a mi primo Omar”, el 22 de noviembre de 1980. El hecho, insisto, es monstruoso y precipita la desgracia familiar.
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No hemos dejado la crónica de sucesos cuando Chávez Castañeda se entrega a lacrimosas disertaciones sobre la ruindad humana, la desmemoria social, la justicia, la verdad, “con la mano en el corazón”. Entonces dejamos de entender, o, mejor dicho, comenzamos a entender. Lo que No quiere en realidad es marcar la página con largas parrafadas sobre el significado de la literatura en tiempos de indigencia moral; o, como leemos, sobre “cuál es el deber de quienes hacemos letras”. Ya metido en sí mismo, Chávez Castañeda no tiene empacho en hablar de poética, “frankenstización del escritor de novelas”, “la geografía de la tragedia”, su experiencia como profesor en el Middlebury College y los mecanismos narrativos creados por Javier Cercas. Son, en efecto, los apuntes de un profesor que intenta convencer a sus alumnos de la nobleza de su magisterio.
Y miembro del Crack al fin, no desaprovecha el momento climático de la historia para presentar su versión del Mal (con mayúsculas, por supuesto): el líder de aquella banda de judiciales, el Diablo metido en el cuerpo de un individuo cuyo acto de fe consistía en enseñar que “lo que se atravesara en la mente era metamorfoseable” en términos sexuales, la llamada deseante de poder que abría “la puerta del infierno”. Demasiado chanchullo evangelista, demasiadas, como escribió Onetti, “malditas buenas intenciones”.
'No'
Ricardo Chávez Castañeda | Fondo de Cultura Económica | México | 2020
AQ