Una sola nota larga y blanca

Libros | A fuego lento

En 'No soy tan zen', José Montelongo plantea la crisis existencial de un joven ensimismado en los juicios provenientes de su marasmo interior.

Portada de 'No soy tan zen', de José Montelongo. (Almadía)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

Más que una inmersión en las aguas tempestuosas de la vida cultural en México, No soy tan zen (Almadía) es la historia de una vocación fallida: la del protagonista, vencido por las reglas no escritas del periodismo cultural hecho para la televisión. No por ello la novela carece de encanto. Es condenadamente divertida, sobre todo cuando alcanza los registros de la sátira.

Julián González une sus tribulaciones a su juventud y a su ingenuidad laboral, y, a pesar de una maestría obtenida en Canadá, tiene poco juego en el equipo de reporteros. Pero no la pasa mal. Las jornadas ingratas pueden hallar consuelo en el coctel o la fiesta que se ofrece luego de la presentación de un libro y aun con una buena dotación de cerveza en el asiento trasero de un coche mientras una diva del canto demora una entrevista. ¿Iniciar la escritura de un libro? Eso es para otros.

Por las concurridas galerías de No soy tan zen pasea un tenor que se gana la vida interpretando serenatas a través de un teléfono celular, un violinista, una fracasada cantante de ópera y una fauna de técnicos, editores y funcionarios que saben todo del oficio y muy poco de la discreción. No están todos, es cierto, pero sirven para animar el carnaval.

Lo que en verdad ocupa el primer plano es la crisis existencial de ese joven ensimismado en los juicios provenientes de su marasmo interior. Su temporada estudiantil en Vancouver, sus amores difíciles con una australiana, sus tibias incursiones en las prácticas zen, sus flirteos con la poesía, sus fugas creativas hacia ninguna parte, todo el caudal de su experiencia reciente, salen a su encuentro mientras escucha a un cuarteto de cuerdas interpretando una sola nota larga y blanca, un atentado a los principios de la melodía, durante seis horas en una sala del viejo Hotel Sheraton. ¿Quién no invocaría a sus más terribles fantasmas ante semejante despliegue de intrascendencia y esnobismo? Así que el presente se proyecta hacia el pasado como si dispusiera un acto suicida.

Bienvenido, José Montelongo, a ese reducto de la literatura donde la inteligencia no está reñida con la amenidad, y donde la ligereza de estirpe calviniana le planta cara a la altanería que pasa por beatería especiosa y arrulladora.

No soy tan zen

José Montelongo | Almadía | México | 2022

AQ

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