Nada más encuentro en la tercera de forros que Nosotras (Voces), de Suzette Celaya Aguilar, es “una novela con una dimensión poética poderosa” (Socorro Venegas), siento el impulso de renunciar a su lectura. Si quiero “una dimensión poética poderosa” recurro a Baudelaire. Por suerte, Nosotras huye de ese cliché y se instala en los terrenos de una prosa nacida para contar: guarda una historia y la conduce enfrentando varios riesgos.
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Esa historia es la de un pueblo sin ubicación en el mapa, quizá próspero-quizá venido a menos (nunca lo sabemos), al que la modernización ha condenado a desaparecer bajo las aguas de una nueva presa. Y, sobre todo, es la historia de Violeta, huérfana, sin padre conocido, cuya muerte de su abuela coincide con el anuncio del golpe definitivo al pueblo donde ha vivido. Todo pasa por sus ojos y por su testimonio, que va dando cuenta de la agonía de las casas abandonadas y de la mínima resistencia de los habitantes frente a los heraldos del gobierno que resuelven a billetazos cualquier amago de rebelión o contratiempo.
Uno de los encantos de Nosotras es su deliberado anacronismo ya que transcurre en 1967. Por momentos sentimos avanzar por aquellas novelas rurales de Agustín Yáñez y Mauricio Magdaleno y no tardamos en respingar (porque las miramos como hijas de un tiempo ajeno) solo para sacudirnos esta sospecha de inmediato. En otras ocasiones, creemos reconocer los dramas silenciosos de Daniel Sada o las desérticas luminosidades de Jesús Gardea solo para descartarlos a la vuelta de la página. Y es que Suzette Celaya Aguilar parece no atender a más tradición que a la de narrar las formas múltiples que adquieren la rabia y el desamparo antes de que la electricidad llegara a la vida de muchos pueblos y rancherías.
Por Nosotras pasan un cura pusilánime, una abuela usurera, un coro de viejas pregoneras, un feminicida a las puertas de la locura, unos burócratas inservibles, un reportero de poca monta, una mujer en pie de guerra contra su pasado y el presente que le ha sido impuesto desde una oficina. De esta última, Suzanne Celaya Aguilar ha trazado una imagen absoluta: armada con un machete, le hace frente al progreso anunciado, la inundación, que sepultará por segunda vez a sus muertas. Se antoja anacrónica, pero irresistible.
Nosotras
Suzette Celaya Aguilar | Voces | México | 2024
AQ