Son legión los escritores que han convertido sus obras en un escenario donde la figura paterna se alza con resolución por encima de sus vástagos. Pensemos tan sólo en Kafka, Baudelaire, Amis, Rulfo, Garibay. Sus creaturas son hojas afiladas que penetran la piel. No sin la conciencia del riesgo, Rodolfo Dagnino ha invocado a esa figura de significado mitológico en una novela que parece ejecutada por dos personas distintas: una, certera y musical; la otra, irreflexiva y trastabillante.
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Padre (Ediciones del Lirio) sigue el esquema del relato tradicional: un hijo abandona el hogar en busca de esa sombra —más que un modelo— ausente. Ni Ítaca es el punto de partida ni Comala el destino final sino Guadalajara y Tepic, dos ciudades que apenas alcanzamos a perfilar. Mientras prepara el viaje, el protagonista y narrador no solo revisita su pasado sino que adopta la voz admirablemente graduada del ensayista, quien desde sus años tempranos se descubre buscando a su padre en los libros que habrían de convertirlo en lo que es. De esta manera, alternando la narración y la divagación solitaria, Rodolfo Dagnino consigue unas páginas brillantes en las que reconocemos el rumor de la vida, el sentimiento de abandono, la rebeldía adolescente, la pérdida de rumbo del hombre adulto, la desazón frente a un padre que se echa en brazos de Krishnamurti tras perder a su esposa y emprender una carrera de mujeriego sin exigencias.
El aliento se pierde una vez que llegamos a la tercera y última parte. Después de un momento estremecedor en un bar mugriento —el mejor conseguido de la novela— donde gobierna una mujer sin piernas que se hace llamar “La Frida”, después de este descenso a los infiernos, Padre toma el rumbo sinuoso de la recreación genealógica. Dagnino traza una línea que se extiende por varias generaciones con el propósito de mostrar una predisposición paterna al adulterio y a la práctica de un egoísmo que añora la juventud galopante. El problema es que creemos asistir a una carrera de velocidad. No terminamos de conocer al abuelo de antepasados italianos cuando ya estamos con su nieto en la Ciudad de México. Por si fuera poco, estas páginas finales pierden inexplicablemente el poder de sugerencia —y la buena escritura— que apreciamos en los tramos anteriores. Queda la sensación de ver la ruina de un hombre que no supo qué hacer con su buena fortuna.
Padre
Rodolfo Dagnino | Ediciones del Lirio | México | 2021
AQ