Paolo Bortolameolli: “El arte es el lenguaje máximo de la humanidad”

Entrevista

El director de orquesta habla en entrevista de la música como un agente transformador en la vida de los jóvenes que conforman la Orquesta Sinfónica Azteca.

Paolo Bortolameolli, director de orquesta. (Cortesía)
Laura Cortés
Ciudad de México /

El director de orquesta Paolo Bortolameolli (Chile, 1982) está convencido del poder transformador del arte. En cualquier contexto histórico, asegura, la música ha sido un recurso libertador, “un lenguaje para hablar de lo urgente”. Es esa convicción la que llevó al también director asociado de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles a emprender hace tres años una ambiciosa aventura artística en México: la creación de la Sinfónica Azteca, una orquesta juvenil que este verano celebra su tercera residencia artística.

El proyecto busca potenciar el talento de músicos mexicanos, de entre 16 y 25 años, a través de un programa de educación artística que incluye clases magistrales y ensayos con prestigiosos músicos, así como presentaciones en reconocidos escenarios.

Bortolameolli tiene clara la meta: transformar esta sinfónica en la mejor orquesta juvenil del país. “Para lograr cambios hay que soñar en gigante. Queremos dar a los talentos musicales mexicanos la oportunidad de experimentar un crecimiento artístico”.

El conductor, quien además dirige la Sinfónica Nacional Juvenil de Chile, asegura que van por buen camino, ya que el nivel de los postulantes es cada vez más alto. Por otro lado, para esta tercera edición, los 80 jóvenes seleccionados a través de una convocatoria nacional tuvieron maestros de instituciones tan prominentes como la Ópera Nacional de Varsovia, la Orquesta de Cámara Mahler, el Teatro Mariinsky y la Ópera Metropolitana, entre otras.

La culminación de la residencia artística fue con tres conciertos en Puebla, Toluca y Ciudad de México, respectivamente, donde la Sinfónica Azteca presentó un ambicioso programa conformado por la Obertura Egmont, de Beethoven y la Quinta Sinfonía en Re Menor, de Dmitri Shostakovich.

¿A qué obedece la selección de la Quinta Sinfonía de Shostakovich para los conciertos de esta tercera edición?

Quisimos dar un paso más allá en cuanto al repertorio, escogimos Egmont de Beethoven y la Quinta Sinfonía de Shostakovich, ambas obras para orquestas profesionales, con un mensaje universal: el ser humano frente a la adversidad.

En el caso específico de la Quinta de Shostakovich, la obra trata sobre cómo a pesar de la opresión y la censura, el ser humano logra encontrar una forma de expresarse, cuando el mensaje es tan urgente, el producto artístico tiene un peso más profundo y significativo.

Shostakovich escribió esta pieza en un momento donde la censura estatal era tremendamente rígida. Él había estrenado con gran éxito su Lady Macbeth hasta que Stalin fue a verla y la calificó como una “música terrible”, porque no respondía a los ideales soviéticos. La crítica, que apareció en el Diario Oficial (Pravda), fue feroz y destructiva, a tal grado que parecía que la carrera de Shostakovich, quien en ese momento era el compositor más famoso de Rusia, había terminado.

Tiempo después escribió su Quinta Sinfonía, con un mensaje tremendamente humanista, es una reflexión sobre la libertad y el logro de dicha libertad a través del arte. Es una obra con muchos códigos ocultos. Más que hablar de triunfo, habla del dolor humano, de la opresión, de la desolación. El tercer movimiento es la música más desesperanzadora que uno puede escuchar en cualquier repertorio, pero es la obra de alguien que logra sobreponerse a las dificultades, alguien que dice “esto no me va a ganar. Soy capaz de ser libre por lo menos en la música que escribo”.

Quisimos tomar ese mensaje y reflexionar sobre qué es la libertad y qué significa la ausencia de libertad. La propuesta es muy interesante, más que un concierto presentamos una especie de instalación artística en la que hablamos al público sobre la libertad y la opresión, algo lamentablemente muy presente en la historia de la humanidad.

¿En qué consiste esa instalación artística?

Además de un breve discurso de introducción en el que explico por qué las dos obras tienen mucho que ver, proyectamos videos donde los músicos responden qué significa para ellos el concepto de libertad.

Entre cada movimiento de la obra de Shostakovich hay una intervención donde se habla de cómo la falta de libertad termina mutilando el espíritu, esto le da a la sinfonía un sentido narrativo muy potente. En uno de los videos incluimos el testimonio del maestro Carlos Prieto sobre su propia experiencia con Shostakovich. Cuando habla sobre la tristeza en los ojos de Shostakovich es un momento sobrecogedor. La propuesta es también visualmente muy atractiva, con una iluminación muy teatral.

El proyecto de Sinfónica Azteca no busca solamente brindar una experiencia formativa suculenta para el talento mexicano, queremos mostrar que el arte musical escénico es universal y que somos capaces de encontrar su vigencia con propuestas donde hay interacción con otras artes. Queremos resignificar la experiencia de asistir a un concierto de música clásica.

¿Encuentras un paralelismo entre la época de Shostakovich y la época actual?

Absolutamente. Si hablamos solo desde un punto de vista biográfico podemos pensar “claro, esto le pasó específicamente a él”, pero al final el peso del arte es su atemporalidad. Él usó la música como un recurso de libertad, para hablar sobre lo urgente y eso no tiene que ver con el contexto histórico, es algo que puede ocurrir en cualquier momento.

Las opresiones actuales no solo son políticas. Hoy en día la tecnología nos está convirtiendo en esclavos. Creemos que tenemos libertades que finalmente no son tan ciertas porque muchas cosas nos condicionan, como la necesidad de aprobación en las redes sociales, la necesidad del like… todos hemos escuchado sobre los algoritmos y cómo nos empujan a consumir.

¿Hasta qué punto la supuesta libertad que tenemos es tal? Mi reflexión es que la libertad lo es cuando no existe disonancia entre lo que sentimos y queremos y entre lo que hacemos.

Una conquista difícil, ¿no crees?

Yo me siento responsable de utilizar el arte en esta batalla quijotesca por la libertad. No solo me dedico a la música porque la amo y creo en su valor estético, también lo hago porque creo en su valor transformador. El arte es poderoso. Es el lenguaje máximo de la humanidad, nos entendemos a través de él. Nos permite entender esa esencia espiritual de la comunión que existe entre los seres humanos.

Paolo Bortolameolli: "Hay que soñar en gigante para lograr cambios".

¿Cómo lograr que los proyectos artísticos sean algo relevante para los jóvenes?

En el mundo entero hace falta entender el arte como algo relevante. El arte es el recurso más instintivo de comunicación, cuando somos niños todo tiene que ver con el arte, es nuestro primer lenguaje, nos expresamos a través de dibujos, colores… pero la enseñanza está ordenada para ocuparse de materias que se consideran más importantes como matemáticas, lenguaje, historia, que, claro, son importantes pero el arte abarca todas las otras disciplinas: ciencia, historia, matemáticas.

La enseñanza artística nunca debería ser tomada como un hobbie, una alternativa de esparcimiento o, peor, como una materia escolar para subir las notas del promedio.

Un proyecto como Sinfónica Azteca se hace cargo de la relevancia que tiene el arte para las transformaciones sociales. Este tipo de proyectos producen cambios significativos en la vida de las personas.

Hago hincapié en que este proyecto tiene que ver con el concepto de equipo, de gente que está soñando lo mismo. Hay que soñar en gigante para lograr cambios.

La alianza entre Fundación Azteca y la Orquesta de las Américas ha sido esencial. El staff de profesores que tenemos es de un nivel excepcional. Es un lujo tener a Zsolt-Tihamér Visontay, violín concertino de la Orquesta Philharmonia de Inglaterra; a Jan Snakowki, viola de la Ópera Nacional de Polonia; a Ángela Contreras, contrabajo del Teatro Mariinsky; o a Gabriela Jiménez, percusionista de la Filarmónica de la Ciudad de México. Todos son profesores que descollan en talento, en prestigio y en experiencia orquestal.

A mí me toca llevar esto hasta el final, pero no podría imaginar este proyecto si no fuera en equipo. Es muy alentador saber que todos buscamos lo mismo.

Desde el inicio de tu carrera has trabajado con jóvenes, ¿cómo ha transformado la música su vida?

La práctica orquestal otorga muchas cosas que son sí o sí positivas: el concepto de trabajo en equipo, valores como autodisciplina, concentración, sensibilidad para escuchar al otro. Trabajar en equipo te permite entender que para permanecer dependemos del grupo.

Proyectos como Sinfónica Azteca, y otros similares en otras partes del mundo como en Venezuela o Chile, brindan una experiencia colectiva que les va dando beneficios colaterales a la música. Aprender a través de la música otorga a los jóvenes una serie de herramientas que luego pueden aplicar a cualquier otra disciplina.

Durante esta residencia artística, el maestro Carlos Prieto nos vino a hablar de Shostakovich. Fue un encuentro hermoso. Él es una leyenda, un referente en el cello y en la música y fue muy bonito ver a los chicos atendiendo con los ojos brillando de emoción. A veces dicen “uy, parece que a los jóvenes de ahora ya nada les importa”, y no es así, lo que yo vi fue jóvenes escuchando con amor y atención, buscando aprovechar cada instante.

Ver a músicos jóvenes tan talentosos entregando todo su ser en cada nota de una música con tanto significado no solo me llena de orgullo, también me llena de esperanza.

AQ

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