El retiro indispensable

Café Madrid

Un emblemático parque, paraíso enclavado en Madrid, es ahora Patrimonio Mundial de la Unesco, lo cual obliga a las autoridades —por fin— a cuidar de él.

Palacio de Cristal en el Parque del Retiro, Madrid. (Foto: Wikimedia Commons)
Víctor Núñez Jaime
Madrid /

No es sólo porque hace poco hayan remodelado el Paseo de México donde, según se mire, empieza o acaba el majestuoso acceso que da la Puerta de Alcalá, ni porque siempre que me adentro en su arbolado laberinto, o paso por su lago artificial, me acuerde de Chapultepec, ni por su moderna, luminosa (y bien surtida y pública y gratuita) biblioteca, ni por los pomposos pavorreales que pisan un jardín de cuento, ni por el Palacio de Cristal que tiene un aire a la Casa del Lago del ex-de-efe, ni por la coqueta y vetusta sala de fiestas donde se dejaba ver la jet set de la España Cañí y se grababan programas musicales de televisión. Ni tampoco es sólo porque tiene un monumento dedicado a Pedro Vargas o por la estatua de Benito Pérez Galdós o, incluso, ejem, por la del Ángel Caído (entre otras efigies), ni por la variedad de sus visitantes (de todas las clases sociales y nacionalidades), ni por sus entusiastas cómicos y cantantes que se ganan la vida pasando el sombrero. Ni siquiera por su maravilloso aspecto en otoño, cuando las hojas amarillentas o marrones lo alfombran por completo y un sol tímido lo ilumina y yo, tan simple y tan cursi, me paso días enteros recorriendo todas sus arterias como si no hubiera un mañana. No es sólo por eso. O también por eso. Pero a mí, en realidad, me fascina el Parque de El Retiro por la enorme sensación de libertad y tranquilidad que me brinda. Por el “efecto se sanación”, incluso, que ejerce sobre mí.

El mes pasado, después de varios intentos, El Retiro fue declarado Patrimonio Mundial de la Unesco. A mí no me hacía falta que le adjudicaran tan pomposo título, pero a él sí. Porque de esta manera el Ayuntamiento de Madrid está obligado a no descuidarlo. Y eso quiere decir que siempre estará en óptimas condiciones para visitarlo (sin vías obstruidas, sin plagas de molestos insectos y sin bancas rotas, por ejemplo). El parque no fue incluido sólo en la prestigiosa lista de la Unesco. Le sumaron el Paseo del Prado, en torno al cual se articula el denominado triángulo del arte, formado por el Museo Reina Sofía, el Thyssen y el Museo del Prado. Esto quiere decir, entre otras cosas, que no podrán talar árboles de la avenida y, en consecuencia, la baronesa Tita Thyssen no tendrá que volver a encadenarse a uno de ellos para impedirlo, como lo hizo en 2007, cuando el gobierno local quiso beneficiar a los especuladores inmobiliarios que babeaban por la zona. Y a mí me encanta que todo este conjunto arquitectónico, escultórico y paisajístico esté protegido de “modernos” y/o corruptos que pretendan alterarlo en función de sus intereses. Celebro, además, que sea el primer Paisaje Cultural Urbano de Europa tomando en cuenta por el organismo especializado de Naciones Unidas.

El Parque de El Retiro fue construido en el siglo XVII para el disfrute del rey Felipe IV (quien casi enseguida ordenó que le hicieran un lago artificial para jugar a las batallas) y, cien años después, se abrió al público. Aquí se encuentra actualmente el árbol más antiguo de Madrid. ¡Y es mexicano! Se trata de un ahuehuete, plantado en 1667, al que algunos llaman ciprés clavo y otros tantos le dicen “El Abuelete”. Mide unos 25 metros y cuentan que es el único árbol que se salvó de la tala que el ejército francés, encabezado por Napoleón, hizo en el parque al invadir Madrid. Los franceses necesitaban madera para su artillería y se les hizo fácil obtenerla aquí, pues era el lugar arbolado más cercano a su cuartel general. Se dice que el ahuehuete se libró porque sólo agarraron sus ramas para instalar entre ellas un cañón.

En la década de los 60 del siglo pasado, cuando España todavía era uno de los platós más activos de Hollywood, John Wayne, Rita Hayworth y Claudia Cardinale filmaron aquí algunas escenas de la película El fabuloso mundo del circo. Los productores mandaron vaciar el lago artificial para instalar la carpa del circo (y no se encontraron cadáveres de la Guerra Civil como algunos pensaban).

Podría contarles, en fin, varias historias como estas, pero baste decir que el Parque de El Retiro no sólo es el remanso verde de Madrid sino, sobre todo, un lugar indispensable en mi vida. Y sí, lo sé: Chapultepec es más grande (incluso hay quien dice que es “el mejor parque de Occidente”) y es Patrimonio de la Humanidad desde hace 20 años. Pero entiendan: ahora mismo el Retiro me queda más cerca.

AQ

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