Peluches y preocupación | Por Ana García Bergua

Husos y costumbres | Nuestras columnistas

En Tepito y otras partes de la Ciudad de México, el tráfico no se limita a los automóviles.

"Definitivamente aquí se puede encontrar cualquier cosa". (Especial)
Ana García Bergua
Ciudad de México /

Los caminos del Waze son inescrutables. Del aeropuerto al Centro de la ciudad decide mandarnos por caminos desconocidos y hélas! los tomamos sin mayor cautela, distraídos, sin pensar en que quizás aquellos barrios de Tepito en que nos encontramos de repente medio perdidos, a esas horas en que la tarde se despide griseando, no son el lugar más recomendable para desorientarse. Igual no pasa nada; en la calle a donde hemos ido a parar todavía hay mucha gente y tráfico porque ¿en qué parte de la ciudad no hay tráfico?, si en lugar de Ciudad de México, debería llamarse Tráfico de México: yo soy de la TDMX. Siempre hay tráfico aquí, de autos y también, ¿por qué no?, de otras cosas que no siempre podemos ver. Por ejemplo, atrás de esa gran hilera de peluches que vemos desplegados en puestos a uno y otro lado de la calle, mientras avanzamos penosamente por el atascón, se dice, se venden armas, sustancias de toda clase y hasta algunos órganos recién cortados para quien ocupa algún trasplante. Es lo que nos han comentado por ahí sobre estas calles.

Entonces seguimos la marcha un poco preocupados, mirando aquella cantidad impresionante, un puesto tras otros, de jelouquitis, chicas súper poderosas, ratoncitos, gatitos, pequeños gobernantes, toda clase de animales y seres encantadores de peluche, todos de color pastel, de una inocencia que se diría a toda prueba. ¿Pero de verdad? ¿Ametralladoras detrás de todos esos peluches? Ametralladoras y otras cosas, camisetas y trajes de baño, por ejemplo. Y cinturones de muy buena calidad.

A esa hora la gente ya está desmontando los puestos; quizá ya guardaron las bazookas y se habrán llevado casi todo, menos los peluches que forman su paisaje. Por ahí un viene-viene nos dice que está cerrada la calle, la fila de coches no avanza, quizá deberemos dar marcha atrás. ¿Cómo, hacia dónde podemos ir si todo está lleno de peluches?, nos preguntamos, y seguimos mirando con curiosidad aquella explosión de seres inanimados excepto… un momento: ¿estamos viendo unos órganos masculinos de peluche? Aclaro que así les decían en mi generación. Sí, un par, con curiosos ojos juguetones, uno negro y otro café de tamaño bastante grande; definitivamente aquí se puede encontrar cualquier cosa. Apenas nos preguntamos quién se animará a poner eso en su salón, cuando el tráfico se despeja un poco y la fila avanza. No niego que respiramos aliviados: tanto peluche empalaga, tanta preocupación estresa. Felices, tomamos la calle de Argentina que nos va acercando al Zócalo; después la calle de Chile nos saludará como siempre, con sus trajes de novia y su kitsch encantador.

AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.