¿Cómo definir Perras de reserva (Sexto Piso)? Es un producto a la medida de una clientela habituada a ese tipo de clichés que llevan a igualar todos los sentimientos, incluso un estandarte del feminismo que marcha con botas militares. Pero no es literatura. A pesar de las voces que con resuelta ingenuidad proclaman que cualquiera puede escribir una novela o un libro de relatos (el ensayo nunca está en su horizonte), siempre y cuando disponga de un poco de tiempo, la literatura no es una linda aspiración democrática; es cuestión de talento. Y ya que se alimenta de prejuicios socialmente aceptados, de susceptibilidades aprobadas en asamblea y ansiedades provenientes de la militancia política, es decir, de la opinión generalizada, Perras de reserva exhibe lo que sus seguidores quieran proyectar, o alentar con ilusión, menos talento.
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Bajo la forma de un monólogo, sus trece relatos —algunos de los cuales crean vasos comunicantes— son la caricatura de la caricatura que el criterio nivelador ha dado en popularizar. Veamos, por ejemplo, “Constanza”, el autorretrato de una “Cero Angela Merkel, muy Michelle Obama”. Estamos frente a la esposa de un aspirante a la Presidencia de México y, porque hay que satisfacer el apetito de los fanáticos del lugar común, es rubia “en un país de prietos”, inescrupulosa pero “supercool”.
Esos relatos funcionan más bien como expedientes de caso y sus protagonistas tienen la consistencia de un pálido arquetipo: la hija de un poderoso narcotraficante (que dice “apá” pues debe hacernos creer que viene del norte), la pueblerina que se monta a la Bestia en busca del sueño americano y termina violada y asesinada en un paraje de Ciudad Juárez, la aprendiz de buchona, la curandera salida de una historieta, la joven que abandona una fiesta y se encamina hacia su muerte a manos de tres feminicidas… Son rastros del horror al que las mujeres se enfrentan en México pero no son literatura. Son, en todo caso, una expresión del machismo al revés: ostentan la misma bravuconería, el mismo aire de superioridad, los mismos desplantes de vulgaridad.
Ah, y el estilo… La oralidad (porque la narración se mueve por los terrenos de la declaración) es de tan pobre factura, tan de barra de comediantes, tan cerveza caliente, tan “mi jefecita”, tan “amigui, superteta”…
Perras de reserva
Dahlia de la Cerda | Sexto Piso | México | 2022
AQ