Ya William Styron, en Esa visible oscuridad, exploró esa modalidad de la autoficción ahora tan en boga: la crónica de las mentes y los cuerpos maltrechos. Por ese terreno se mueve Un perro rabioso (Turner), un testimonio fragmentario de la vida bajo el signo de la depresión. Fue escrito para el público tuitero y ahora se presenta en formato convencional, aunque acompañado de fotografías, reproducciones pictóricas, retratos e incluso anuncios publicitarios.
Mauricio Montiel Figueiras escribe desde su marasmo depresivo, y se da tiempo para algunas confesiones, pero termina convirtiéndose en un personaje secundario frente a la avalancha de citas y referencias. Como si evitara mostrar porciones enteras de sí mismo, refiere, por ejemplo, una visita al psiquiatra en unas pocas líneas para de inmediato ensimismarse en los paisajes telúricos de Turner; o describir con trazos breves sus estados de ansiedad para abordar la poesía deshabitada de Emily Dickinson. A medida que transcurre Un perro rabioso, uno va alimentando la impresión de que la persona importa menos que el aparato intelectual con el que se presenta. Es decir: por qué no abundar en la adicción al alprazolam, un medicamento contra el insomnio, y dejar en una nota al pie las invocaciones homéricas?
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Además del reconocimiento a la psiquiatría y el psicoanálisis, y a la olanzapina, la mirtazapina, la levomepromazina, la gabapentina, aliadas irrestrictas, Mauricio Montiel Figueiras es capaz de reflexionar sobre los síntomas, sensaciones y perturbaciones de la depresión. Son las mejores páginas que concede Un perro rabioso. Leemos: “se sabe tan poco de las creaturas abisales como de los pensamientos que surcan las sombras más profundas de la mente durante la enfermedad”; “imagino mi mente como una habitación a expensas de un vendaval que irrumpe por puertas y ventanas que no abrí y por tanto ignoro cómo cerrar”. De pronto, entre tantos viajes a la tradición literaria, pictórica, cinematográfica, reconocemos una espantosa sinceridad. Lo demás, que acaba conformando una abrumadora mayoría —las estancias en Europa, la exhibición de visitas a cines y museos, las venerables razones del suicidio—, es otra cosa.
Un perro rabioso
Mauricio Montiel Figueiras | Turner | México | 2021
AQ