El diálogo entre la moda y las artes plásticas se enriqueció hace poco más de un siglo, cuando se conocieron Pablo Picasso y Coco Chanel. Cuentan que en la primavera parisina de 1917, la mecenas de artistas Misia Sert y el escritor Jean Cocteau se encargaron de que el pintor español y la diseñadora francesa entablaran una fructífera relación de amistad y mutua inspiración, a base de juntarlos en reuniones y eventos. Las obras y los diseños que con el paso del tiempo ambos produjeron como resultado de su colaboración pueden verse ahora en el Museo Thyssen-Bornemiza.
Picasso/Chanel es una de las exposiciones más caras que ha financiado el Estado español (521 millones de euros) y una oda a la Alta Frivolidad, algo en lo que parece que el Thyssen se está especializando, pues en los últimos años ésta es su cuarta muestra de moda envuelta en un palacio de la alta cultura (en 2014 acogió a Hubert de Givenchy, en 2018 a Sorolla y la moda y en 2019 a Balenciaga y la pintura española). En esta ocasión presenta una selección de sesenta y cinco obras de Pablo Picasso, procedentes de museos y de colecciones privadas nacionales e internacionales y cincuenta creaciones y complementos de Chanel, procedentes del Patrimoine du Chanel, museos de Europa e importantes colecciones privadas, entre las que se encuentran algunas piezas que nunca han sido expuestas al público.
Bien mirado, todo hay que decirlo, el asunto se torna menos frívolo cuando uno se detiene en la comparación directa entre los diseños de Chanel y la obra de Picasso, ya que es evidente su parentesco formal y los profundos lazos que unen sus respectivas creaciones, fruto de aspiraciones e influencias compartidas, así como de una mutua admiración, contribuyendo ambos a la construcción de un paradigma estético que todavía hoy continúa vigente. Chanel creó el ‘uniforme’ de la mujer moderna y dinámica del siglo XX, e impuso el atractivo de lo repetitivo, igual que Picasso logró formular un nuevo canon de belleza plástica que se convierte en su estilo.
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Chanel entendió que el pintor había dado con las claves de un nuevo clasicismo, un lenguaje que, aun siendo sinónimo de modernidad, no iba a pasar de moda. “Chanel y Picasso concebían su arte como un juego, postura que expresaron liberándose de cortapisas, infringiendo las reglas, desmontando los prejuicios, dando a los objetos un uso para el que no estaban pensados e inventando nuevas formas al hilo de sus fantasías y deseos”, destaca Marika Genty, delegada del Patrimonio de la marca Chanel en el catálogo de la exposición que permanecerá abierta hasta el próximo 15 de enero, y que forma parte de una serie de actividades que conmemoran el 50 aniversario de la muerte del pintor malagueño.
La muestra se divide en cuatro secciones distribuidas en orden cronológico. “Chanel y el cubismo” presenta la influencia de este movimiento artístico desde sus primeros e innovadores diseños: el lenguaje formal geometrizado, la reducción cromática o la poética cubista del collage se traducen en trajes de líneas rectas y angulosas, en su predilección por los colores blanco, negro y beige, y en la utilización de tejidos humildes y texturas austeras. “Olga Picasso”, el segundo capítulo, está dedicado a los numerosos retratos que Picasso realizó de su primera mujer, la bailarina rusa Olga Khokhlova, devota clienta de Chanel. Junto a ellos, están algunos vestidos de este periodo inicial de la diseñadora francesa, de los que se conservan escasos ejemplos.
“Antígona”, adaptación moderna de la obra de Sófocles realizada por Cocteau, se estrenó en París en 1922, con escenografía y máscaras de Picasso y vestuario de Chanel, que vuelven a reunirse en esta exposición para mostrar su común inspiración en la Grecia clásica. Todo acaba en “Le Train Bleu”, título del cuarto apartado y del ballet producido por Diághilev en 1924, con libreto de Cocteau, inspirado en el deporte y la moda de baño. Dos mujeres corriendo por la playa (La carrera), un pequeño gouache que Diághilev descubrió en el taller de Picasso, se convirtió en imagen para el telón de la obra, y el pintor aceptó también el encargo de ilustrar el programa de mano, mientras que Chanel, entusiasta deportista, creó trajes para los bailarines inspirados en modelos deportivos diseñados para ella misma y para sus clientes. Todo, en fin, parece tan ajeno para el común de los mortales…, pero, al mismo tiempo, no deja de ser fascinante.
AQ