‘Plagio’: una muñeca rusa que oculta vanidades y celos profesionales

Libros | A fuego lento

Aguilar Camín no se limita a escribir una ficción basada en hechos reales, sino que atrapa al describir con vértigo los reveses y las resurrecciones de su personaje.

Portada de 'Plagio', de Héctor Aguilar Camín. (Literatura Random House)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

Los habitantes y seguidores de la vida cultural y literaria en México reconocerán sin dificultad los hechos y a los actores de Plagio. Una novela (Literatura Random House) a pesar de que las circunstancias y los nombres han sido juguetonamente modificados. Podrán reconocerlos pero deberán aceptar que pisamos los terrenos de la ficción. La ambigüedad gobierna la lógica del relato y se ríe, a cada cambio de timón, de nuestras sospechas.

De qué se trata. De la ruina del flamante Premio Martín Luis Guzmán, “de escritores para escritores”, coordinador de asesores y de extensión cultural de la UNAM, acusado de plagio por un enemigo genial y obligado a renunciar a sus privilegios (cualquier semejanza con la realidad es obra de la imaginación literaria).

Plagio es la novela de Héctor Aguilar Camín y también la novela que el plagiador, siempre innombrado, escribe como acto de penitencia aunque no de arrepentimiento. Leemos entonces a Aguilar Camín dándole voz a un pícaro que se presenta de la siguiente manera: “Empecé a escribir llevado por la envidia de lo que leía, sabiendo desde el principio que no podía escribir nada igual”. Como muñeca rusa, Plagio envuelve a otra realidad, la de las confesiones a cuenta de la vanidad, los celos amorosos y profesionales, y la impostura.

Como en Morir en el golfo, La guerra de Galio y algunos relatos de Historias conversadas, Aguilar Camín se muestra fascinado por las miserias y los esplendores atribuidos al poder. Ese plagiador de estilo untuoso, cínico y emblemático de las relaciones concebidas mediante la concesión y el pago de favores, no duda en confesar sus buenos oficios para la simulación, el cortejo burocrático o la cortesía a cambio de la rendición erótica; siente incluso un orgullo desdeñoso cuando refiere su liderazgo en la red de espionaje en la UNAM. Es, trasplantado y remasterizado, un hijo legítimo de Balzac, vestido a la moda y cenando tres veces por semana en los mejores restaurantes de la ciudad.

Quienes pretendan leer Plagio con sólo el prisma de la memoria periodística y el cotilleo de nuestra vida cultural se perderán muchos de sus encantadores atributos: la ironía, por ejemplo, y, sobre todo, el vértigo con el que describe los reveses y las resurrecciones de su personaje.

Plagio

Héctor Aguilar Camín | Literatura Random House | México | 2020

AQ

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