Paulina no quería consumar
sus largos besos de amor con Roberto,
porque sentía espanto y era incierto
—le punzaba el estómago— quedar
preñada en trueque. Él se sabía muerto
de ansia por ella. ¿Por qué no encontrar,
entonces, otra forma de gozar?
Él le habló: “Puedo hallar otro ojo abierto
en tu cuerpo, tan bello y misterioso
como tus otros ojos”. La muchacha
vaciló, pero después… asintió.
Ahora ellos no saben dónde el gozo
cesa cuando la carne se emborracha.
Así fue como Amor los complació.
AQ