Camino por la playa y me tropiezo
con una ampolla verde de cristal.
La redonda botella me habla igual
que un hombre en una celda. Me embeleso
con esa voz. Oigo el bien. Oigo el mal.
Destapo la botella. Escapa el peso
contraído de un gas y en un bostezo
surge el simún de un Ogro. El vendaval
se levanta hasta el cielo y me pregunta:
“¿Qué quieres?”. En sus ojos, la marea
del mar me ahoga. Yo no quiero nada.
Pero el Ogro me hostiga con la punta
de su lengua y me pide alguna idea
para entender la vida desgraciada.
ÁSS