La idea de incorporar a los llamados “clásicos” a las diferentes etapas de la educación buscaba fomentar la familiaridad de las nuevas generaciones con lo mejor del talento, la prudencia y la eminencia creativa de todas las épocas y establecía una conexión intelectual y emocional entre el pasado y el presente. Sin embargo, desde hace ya muchas décadas los clásicos han sido paulatinamente desplazados de las aulas.
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Por un lado, los planificadores de la educación descubrieron que los clásicos resultaban irrelevantes para la adquisición de competencias prácticas que permitieran a los estudiantes insertarse en una economía en constante evolución, que requiere enfoques y aptitudes cada vez más especializadas. Por otro lado, nuevas y combativas corrientes en los estudios literarios decretaron que el universo de los clásicos se constituye mayoritariamente por hombres blancos, pertenecientes a la élite del poder, y cuya acción o pensamiento han patrocinado patrones de dominación, injusticias y actos de barbarie, lo que amerita su cancelación. Así, la noción de clásicos y grandes libros se ve cuestionada tanto por los pragmáticos que solo valoran el conocimiento por su utilidad y rentabilidad inmediata, como por los suspicaces que encuentran en la idea de excelencia intergeneracional un sinónimo de dominio y exclusión.
En su claridoso, y a ratos candoroso, libro, Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal (Acantilado, 2017), el académico y divulgador italiano, prematuramente desaparecido, Nuccio Ordine (1958-2023), hace una vehemente defensa de la vigencia de los libros clásicos, así como un elogio de la lectura por placer y de la formación no sujeta a fines prácticos. Para Ordine, la época contemporánea sataniza el saber no utilitario y considera a los clásicos compañías ociosas y hasta nocivas para la adquisición de los conocimientos y habilidades que requiere el ascenso económico y social. Con todo, esta perspectiva, además de que ignora y anula múltiples formas no económicas de realización personal, atenta contra la propia imaginación, creatividad y libertad que requiere una economía próspera. Para Ordine, con el apego a los clásicos se educa la independencia del albedrío, se preservan paradigmas de vida dignos y se crean almas amantes del bien común, que enriquecen la convivencia social. Más allá de su apasionada defensa del humanismo clásico, Ordine invita a su lectura a través de brevísimas citas literarias y sencillos comentarios del autor.
Estos comentarios buscan demostrar la actualidad y capacidad del libro clásico para iluminar determinados dilemas de la vida cotidiana, para criticar usos y costumbres del siglo (la hegemonía del dinero en la educación y de la apariencia en la cultura) o para ilustrar aspectos de la coyuntura política. Los comentarios de Ordine no son un modelo de originalidad o un dechado de estilo, pero sí conmueven por su tono de sinceridad y su cándido, y agradecible, entusiasmo.
AQ