2019. Qué fue de la jubilosa promiscuidad. San Francisco ya no es la meca de la adicción gay al sexo en las trastiendas, los bares o las callejuelas oscuras, ahora ocupadas por legiones de menesterosos doblegados por el fentanilo, la especulación inmobiliaria y la arrogancia de los grandes consorcios tecnológicos. Esa ciudad domesticada y costosa es el escenario, y piedra de los sacrificios, donde sudan y braman las estrellas de porno gay —un jugoso producto a la medida de las redes sociales y su culto al exhibicionismo— Pedro Blater y Jeff Pliers, los protagonistas de Pornografía para piromaniacos (Sexto Piso).
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En la realidad literaria que Wenceslao Bruciaga ha erigido con vibrante aspereza no hay sitio para mujeres ni heterosexuales. Todo se ciñe a la lógica de una Pornolandia homosexual, con sus excesos de producción, y a sus órbitas cercanas. Lo que significa que nada resulta ajeno a los apetitos carnales. Aun en los momentos escasos en que la acción se mueve de los estudios de grabación a los toscos paisajes hogareños de la infancia o a la terraza de un café, su majestad el placer orgásmico no deja de lamerse los labios.
Pornografía para piromaniacos trata por supuesto de la masculinidad tóxica y de la virilidad enhiesta y sumisa, con un ánimo de exposición —y descaro y esa mezcla de edén y pesadilla— que le debe mucho al cine y al video casero, pero también de esas parejas de hombres caminando de la mano mientras pasean a su perro y, en nombre de la inclusión y el respeto a todas las identidades, han matado de aburrimiento a la rebeldía. Pues, aunque deseados y entronizados por su orgullosa supremacía fálica, Pedro y Jeff pertenecen a la generación que ve con recelo cómo los estandartes de la resistencia y, años después, de la fiesta interminable y sin condón, se han convertido en meros clichés de una suerte de espejismo de igualdad, tan hipócrita como los llamados a “respetar los pronombres de los no binarios”.
Con cuánto arrojo y puntería y humor transgresor y sentido del indecoro, con cuántas armas ideológicas y sensoriales y musicales, Wenceslao Bruciaga ha capturado, en una sola exhalación, en una novela telúrica, la doble condición del éxtasis mediático y la insatisfacción privada. Hay que ser un gladiador para saber expresarlo.
Pornografía para piromaniacos
Wenceslao Bruciaga | Sexto Piso | México | 2022
AQ