Bordar no es novelar

Libros | A fuego lento

"A contracorriente de la literatura, 'Punto de cruz' se decanta por la monotonía del registro con tintes antropológicos". La crítica literaria de Roberto Pliego.

Portada de 'Punto de cruz', de Jazmina Barrera. (Almadía)
Roberto Pliego
Ciudad de México /

Si Linea nigra fue una revelación, Punto de cruz (Almadía) es una rotunda decepción. Jazmina Barrera no solo ha renunciado a la buena escritura sino a conformar una visión de mundo para favorecer a una suerte de hípercostumbrismo que se regodea con las descripciones y los detalles inútiles. A contracorriente de la literatura, eligió la monotonía del registro con tintes antropológicos.

El pretexto de la narradora es el duelo por una amiga que ha muerto en las aguas de Senegal. La pérdida se vuelve entonces un regreso a los tiempos escolares y de iniciación al amor, los desengaños y el sexo. No hay nada digno de atención, a no ser que exista la presunción de que el uso del brasier o la afición a los chocolates ofrezcan algunas claves de la condición femenina. Hay también un viaje a Londres y a París narrado a la manera de las revistas que entretienen en los salones de belleza: las salas de la Tate Britain dan pie a una pantomima, una librería de Charing Cross Road provoca un episodio de alergia al polvo. Las complicidades de la amistad terminan sucumbiendo ante la necesidad de llenar la página con nada más que arranques sentimentalones.

Otro malestar deja la escritura. ¿En serio hay vocación literaria en “Sugerí que nos separáramos una hora con el pretexto de ir al baño, pero la verdad es que quería escaparme a la tienda, a comprar tonterías lejos de ella” o “Me empezó a costar trabajo seguirla en los chismes”? Tales intervenciones resultan la única razón de ser de Punto de cruz, a pesar de sus pasajes dedicados a la tradición de bordar y coser (en oposición a la tarea masculina de hacer la caza y la guerra, una falsificación, por cierto, ya desmontada por la paleontóloga Marylène Patou-Mathis), que resultan más un implante que un miembro natural de la novela.

Pocos antes de concluir el memorial de sus años púberes, y de parar de consignar —sólo eso— a una larga cadena de autoridades literarias, la narradora introduce un nuevo paréntesis. Quiere hablar de Rozsika Parker, quien “explica las contradicciones del bordado, que sirve a la vez como fuente de placer y de poder?” No podemos guardar entonces la siguiente pregunta: ¿de modo que estamos obligados a seguir los pasos de un grupo de jovencitas sin atributos solo para encontrarnos con eso? Ahora qué o quién repondrá el tiempo perdido.

Punto de cruz

Jazmina Barrera | Almadía | México | 2021

AQ

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